Ese yunque que pesa y resuena en tu cabeza, ese pensamiento que impide que mantengas tu entereza, que a tus pies quiere sembrar en la tierra dura y seca de tus desconsuelos y grandes desventuras. Esa triste canción que suena y suena, que te obliga y te condena a renunciar a la alegría que refleja la vital naturaleza de tu cuerpo, que ante la inminencia del castigo, se estremece y tiembla de dolor inmerecido, y quebranta la firmeza de conservarte de una sola pieza.

Libertad reclama tu conciencia, que te invita a cerrar tus oídos a las quejas, a cerrar tus ojos a todo lo nocivo que destruye tu belleza, a relajar tu mente que tanto pesa y te pesa, cuando tu buen ánimo se torna diferente y frágil, hasta quebrantar tus fuerzas, y dejar escapar tus sueños, ahuyentando tus anhelos de superación y de grandeza.

Atiende pues, el reclamo de tu cuerpo, que como fiel capullo protege con orgullo el espíritu divino que Dios te dio, para que mantengas siempre en alto tu humildad y  tu nobleza.

Regresa en el tiempo si es necesario, para reconocer los valores que adquiriste y con amor te hicieron sentir, cómo defender lo que siempre ha sido tuyo, pero teniendo plena conciencia, que quien te obsequió el tesoro del saber y del amor, fue ese Dios tuyo, a quien siempre adorarás y mostrarás tu gratitud; regresa a ser tú misma, para que recuperes la jovialidad y la alegría del ayer, que afianzaban tu deseo de vivir en paz y en armonía.

Recuerda que amar no significa tener que sufrir, por el contrario, amar es siempre ganar y ser feliz, estar para tu prójimo y para ti, para no olvidar que el Señor desarrolló con ternura ese plan de vida, por el amor que siente por ti.

Deja de tener miedo a vivir, pensando con amargura que todo tiene un principio y un fin, pues Jesucristo ha ofrecido que el fin es el principio de una vida que perdura.

Desconéctate sin remordimiento de todo aquello que no refleja el amor que los demás dicen sentir por ti y que con su eterno lamento te hacen sufrir, evidenciando su egoísmo y su rechazo a ser feliz, tú no tienes que pagar las consecuencias del fracaso de quien renunció por voluntad a la alegría, para sufrir.

Los problemas son una forma de ver en negativo la oportunidad que ofrece la lección, ante la imposibilidad de corregir lo que se hizo mal, de ahí por consecuencia, prefieran aquellos,  los que todo les parece mal,  transitar  por la vía del dolor, que como río embravecido después de la tormenta, arrastran a su paso con la tranquilidad y la paciencia, de aquellos que tratan de ayudar para salvarlos.

Quien no puede tener la libertad de ejercer su voluntad, termina por ser esclavo de la voluntad de otro, que no desea ser feliz, por encontrar en todo la imperfección al no acomodarse las cosas a su modo; si fuéramos perfectos, Dios no hubiese enviado a su hijo para ofrecerse como cordero para salvarnos del pecado, Jesús murió por nosotros en la cruz para obsequiarnos una nueva vida y ser felices como siempre lo ha deseado.

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