Tú que te has dado tiempo para respirar, para estar en el silencio que te permite ver, escuchar y sentir el roce del viento en tu piel, levanta tu mirada al cielo y entrecerrando tus ojos, proyecta esa hermosa imagen hacia dentro de tu ser, ahí donde los estímulos se vuelven imágenes y éstas se transforman en sentimientos como la gratitud; lo puedes ver, lo puedes sentir, ahora háblale, dile lo muy agradecido que estás con las bendiciones que has recibido por conducto de su amor. ¿A quién ves? A tu padre, a tu madre, a tus abuelos, a tu hermano, a tu cónyuge, a tus hijos, a tus nietos, a tus amigos, a tus compañeros de trabajo, a tus maestros, a tu médico, a tu vecino. ¿Acaso todos ellos se parecen o son la misma persona? Abre lentamente  tus ojos, pero no dejes de mirar a tu ser interior, escúchalo, ¿qué te dice? él siempre te está hablando, pero tú vives tan ocupado, que no tienes tiempo para ti mismo, para deleitarte con todo lo que se te ha obsequiado pero no has querido disfrutar, porque no ves, no escuchas y sólo sientes lo que otros quieren que sientas. ¿Que tu vida es un desastre? ¿De dónde has sacado tal mentira? ¡Ah! lo has venido escuchando de siempre, desde que tienes uso de razón, desde que tu mente trataba de aprender, pero ¿aprender de quinen? De quien igual escuchó antes que era un desastre, que la vida no valía nada, de quien dijo que habría que ser agresivo, de quien seguramente mostró que su fuerza era superior a otros o su inteligencia torcida, le abría un camino igualmente errático para lograr lo que se proponía, no importándole para nada la vida que es el don más preciado que el Creador nos obsequió.

Siéntate aquí conmigo, guarda silencio por un instante,  déjate consentir por la vida, esa que no conoces y que le has dado en llamar costumbre o rutina, pero que es mucho más de lo que te imaginas.

Mira cómo va cayendo la hoja del árbol de la sabiduría, a pesar de su peso, Dios dispuso que su forma le ayudara a descender suavemente y llegar al sitio deseado; mira la pluma que se desprendió del cuerpo del ave, se ve tan suave y ligera, tal y como lo quiso el Creador, la pluma llegará hasta donde quiera. Mira la gota de agua que escapa del grifo que la retuvo, ha logrado escapar para regresar a su origen, al inmenso mar que cubre la superficie para alojar a los peces.

Ahora mírate a ti mismo, como la creación más grande de Dios, y disfruta el privilegio de ser su hijo, no trates de ser otra persona, no envidies lo material, has venido a esta tierra a ser feliz y no a cargarte de tormentosos pensamientos,  que otros desatan, con el afán de que todo sea oscuridad.

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