La hoja que triunfante saludaba en lo alto del árbol de las ilusiones, pedía con desesperación marcada, que su amigo el viento, que soplaba, la arrancara de su frágil tallo que con su sabia alimentaba, para llegar al cielo que felizmente siempre contemplaba, esperando que con la fuerza de un suspiro, o de un estridente estornudo, el viento la llevara al infinito, para saber de dónde provenía el llanto que de las nubes escapaba, para ver de dónde provenía el trueno, que tanto la asustaba, más quiso el buen Dios, que la hoja suavemente fuera deslizada, para llegar al suelo que con ansia la esperaba; y en aquel acompasado y armonioso vaivén, haciéndola parecer alada, dejola suspendida quedando aparentemente inanimada, pidiéndole al Señor en la sutil espera, que fuera con suavidad depositada, sobre el agua viva del río de la esperanza para sentirse bien amada.

Navega plácidamente la hoja sobre el agua cristalina, dejando atrás el sentirse desolada, el timonel que la lleva a su destino, le devuelve la confianza en lo veraz, pues va segura, guiada por el faro vespertino, hacia un lugar donde encontrará la paz siguiendo al que va adelante en el camino.

Maestro, Padre, hermano, dulce amigo, navegar contigo es mi destino, soy la hoja del árbol de amor que tú sembraste, para darte sombra cuando cansado buscabas descansar; soy el anhelo, la ilusión, el arrepentimiento de corazón, soy en uno un todo, el que sigue tus huellas en busca de tu misericordia y tu perdón; soy de ti la semejanza y la imagen en busca de la humildad,  que al escucharte en mi corazón tú sembraste, desde aquel día de la salvación que nos brindaste, para tener un lugar junto a ti en la eternidad.

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