En vida se lo dije y ahora que cerró los ojos, lo vuelvo a hacer, porque un periodista no debe callar, menos aun cuando él permitió y se presto para que chamacos inquietos caminaran a su lado y adquirieran o, incorporaran, los conocimientos que fue acumulando año tras año.

Con palabras sencillas, porque así a él le agradaba, describiré, no todos, pero si algunos momentos, que me toco estar a su  lado en las ruedas de prensa, en los edificios de partidos políticos de Tamaulipas y en cafeterías, donde me tenía con la boca abierta cuando dejaba escapar algunos pasajes sobre lo que es el periodismo y la dificultad para ejercerlo, de la manera correcta.

Cuando regresé de México, donde estudié la carrera de periodismo en la UNAM, aquí en Ciudad Victoria, Tamaulipas, fue uno de los primeros comunicadores locales que conocí y disfruté de su sana amistad, porque fue un caballero sabio, discreto y poco afecto a la mala palabra tan usada por un buen norteño.

Lo primero que me pidió es que desglosara mi currículum y fue así como le expliqué que trabajé allá en el D.F. en Imevisión, en la agencia Notimex, en programas televisivos culturales y otros de corte infantil y, también como extra en una película estadounidense sobre la interesante vida de “Sadat”, ex presidente de Egipto asesinado en un lugar público, por mis supuestos rasgos de árabe.

“Orale”: ¿Y que más buscas aquí después de todo eso¿, me pregunto. “He estado más que nada en producción pero quiero ser un canijo reportero de la calle, porque el veneno del periodismo lo llevo en la piel”, le dije.

Me comprendió y paso a paso aprendí mucho de él, como trucos, nuevas palabras, jornadas agotadoras para cubrir la nota y casi a pie en medio del calor, lo que ya no es muy común en la labor periodística.

Eso me ayudo a abrirme paso en muchos medios de Ciudad Victoria y siempre le agradecí esa lección que me dio para que despertara, para que me sacudieran la modorra.

Siempre con su pequeña libreta en mano lanzaba serias preguntas a los funcionarios, pero sin perder la compostura.

Como investigador para llegar al fondo de un tema era un experto, y un ejemplo para los reporteros que apenas tocábamos tierra.

Me refiero a ti mi estimado y respetado Benito García Islas, mi padre en el periodismo local, quien ya cerro los ojos pero siempre será recordado por generaciones de periodistas que lo seguirán viendo como un ejemplo a seguir.

Tú ya duermes, pero nos dejaste despìertos y tu imagen y tus numerosos conocimientos seguirán entre nosotros, porque mucho valen.

Descansa en paz nuestro querido Benito y un sentido pésame para tu respetable familia.

Adiós, maestro Benito.

 

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