Qué serena suele ser la estancia en el lugar donde se separa el pensamiento del corazón, pareciera que el tiempo mismo se encontrara en un estado de latencia, y que tu ser, estimado como vivo, forma parte de un cuadro de un paisaje de parecer estático, logras apreciar cómo el agua del arroyo se mueve lentamente, y antes de que te invada una oleada de desesperación, donde parece inevitable que escape de tu boca un grito de reproche, ves una hoja seca que impulsada por su naturaleza muerta, aún es sostenida por el viento, con la pretensión de hacerla llegar al sitio donde el arroyo se convierta en río, esto con la finalidad de que la otrora palpitante verde expresión de su vitalidad, fuera captada con los que ven en el final, el principio de la vida, y así  no quedar atrapada en el tiempo, debido a un recoveco formado por la anfractuosidad caprichosa que dejara el último temporal, cuya abundante lluvia, desfiguró el cauce natural que Dios le diera para adornar el paisaje.

Y yo aún con el corazón palpitante, tratando de romper aquel momento de evidente estiaje, para ir al encuentro de la hoja apreciada por los elementos, la seguí en su suave descenso, en aquel su mágico viaje, para tenerla en mis manos antes de tocar el agua.

Más, al tratar de moverme como lo esperaba, quedé sorprendido, al sentir cómo mi tenue y colorida figura era sólo la imagen, que una delicada pluma, había dibujado en el lienzo de aquella fantástica pintura.

¿Verdad o mentira? ¿sueño febril o esperanza fallida? pero confirma el poder de la capacidad de la vital energía, que puede hacer realidad lo que parece imposible cuando se puede establecer un espacio irreal, cuando el pensamiento se separa del corazón para darle cabida a nuestra entidad espiritual.

enfoque_sbc@hotmail.com