A pesar de las condiciones favorables para la economía mexicana, a fin de los 50s había incertidumbre acerca de su desempeño por desequilibrio en la balanza de importación-exportación, lo que alentó especulación contra el peso. En 1958, con López Mateos, se veía venir la devaluación. Para evitarlo, Ortiz Mena, secretario de Hacienda, preparó un programa para asegurar estabilidad financiera que denominó, desarrollo estabilizador. El aumento en el déficit público en1957 y 58 por el aumento de importaciones de granos y gasolina, llevó al gobierno a obtener crédito externo para evitar crisis en la balanza de pagos. En 1958, el Fondo Monetario Internacional otorgó 22 millones de dólares; la Tesorería de Estados Unidos 75 y el gobierno de Estados Unidos 100 millones de dólares para mantener el nivel de importación desde ese país.
Se presentó al Fondo Monetario, el programa de estabilización económica y fiscal que ofrecía reformas fiscales, monetarias y de crédito para mantener la confianza de los empresarios nacionales y evitar fuga de capitales. Se reduciría déficit de Pemex, Ferrocarriles Nacionales, Comisión Federal de Electricidad y CEIMSA (subsidiaba alimentación y agricultura); subir precio de gasolina y diesel para equilibrar las finanzas de Pemex, incrementar tarifas ferroviarias y de electricidad, y reducir subsidios agrícolas, en suma acotar el déficit público.
Este éxito llevó al presidente López Mateos a estatizar las empresas eléctricas extranjeras en 1959 para reforzar su imagen nacionalista, en una etapa en que era criticado por negociar con el gobierno estadounidense y Fondo Monetario. Se pagó por las compañías American and Foreign Power y MexLight, 200 millones de dólares vía crédito externo. López Mateos contrarresta la crítica a esta compra al reducir la deuda externa en 1960 al destinar 30% del presupuesto, reduciendo el gasto social y de fomento industrial, aunque temporalmente.
En 1963, el gobierno va a Estados Unidos y al FMI por crédito para apuntalar el proceso electoral. El PRI deseaba asegurar su permanencia. Carrillo Flores, embajador mexicano en Washington, explicó que era medida precautoria. La deuda se vincula al ciclo político. Los proyectos de desarrollo en 1960-70 los apoyó el Banco Mundial (800 millones de dólares), Banco Interamericano de Desarrollo (530 millones) y EximBank del gobierno de Estados Unidos (660 millones) El Banco Mundial otorgó apoyo para Comisión Federal de Electricidad que requería importar equipo; para construcción de carreteras, para riego agrícola y a la industria.
El incremento de los créditos por la banca privada norteamericana inició en 1960 y se aceleró en 1965. En 1960, la deuda externa era 938 millones de dólares. En 1970 era 7,246 millones de dólares. En 1972, la banca mexicana presta 8 mil millones de dólares para producción nacional y la banca norteamericana 5 mil millones de dólares para continuar la expansión de la economía mexicana. El desempeño económico 1960-72 alcanzó cifras de crecimiento del producto bruto nacional de 6% anual con apoyo de incremento de inversión extranjera directa, y flujo de remesas por braceros en Estados Unidos, y casi sin fuga de capitales. Al agravarse los problemas estructurales, se intensificó el atraso de la agricultura y el desarrollo industrial se desequilibraba, lo que llevó a centralizar la economía.
En pocos sexenios el asalto al poder de una nueva clase política, educada en Estados Unidos e Inglaterra, viejos acreedores de México, formó un régimen que alentó la cultura de privilegio y subsidio para los amigos (burguesía industrial, banqueros, dirigentes sindicales) y una cultura política y económica que estimuló a numerosos empresarios a la falta de respeto y observancia de normas y leyes, lo que llevó al derroche financiero y a la debacle económica que prevalece en el estado Mexicano.