La voz popular arroja numerosas muestras de sabiduría práctica en el terreno literario. En especial en los refranes.
Uno de ellos me llama la atención: La hebra, asienta, siempre se rompe por lo más delgado.
Viene a colación la frase por el anuncio de las autoridades del transporte público en Tamaulipas, en relación con las potenciales cancelaciones de concesiones a trabajadores de ese ramo –hasta ahora son amenazas– por no haber prestado servicio unos días atrás como protesta por las medidas sanitarias derivadas del coronavirus que, aunque necesarias, han hundido aún más a este ramo laboral en una crisis económica para ellos sin solución.
¿Por qué demonios el gobierno piensa que ellos son los deben pagar los platos rotos de esta pandemia?
Es claro que no es un argumento elaborado sobre las rodillas por los transportistas ni una ocurrencia para tratar de lucrar con la emergencia. Para ellos, lo que sufren se llama lucha por la supervivencia.
No entiendo cómo se puede obligar a ese sector, de por sí ya muy golpeado, a prestar el servicio en las condiciones de ruina que les exigen, sin ofrecerles apoyos financieros extraordinarios para no sólo conservar su patrimonio laboral, sino para llevar el sustento diario a sus familias.
Demonios, si como es obvio la operación del transporte es esencial, trátenlo como tal. De la misma manera que se anuncian planes de rescate para la micro y pequeña empresa incluyan a este gremio en el auxilio y después de hacerlo reclámenle su cumplimiento y castiguen al infractor.
En este contexto, para valorar la tragedia económica del transporte público, basta una prueba, sólo una prueba.
Inviten al Subsecretario del Transporte o alguno de sus directores, cuyos apetecibles sueldos están seguros en la nómina oficial, a trabajar un día en un microbús en las condiciones que les demandan a los concesionarios, con la mitad del pasaje como límite y con restricciones higiénicas que en estos momentos no pueden solventar con esos raquíticos ingresos.
Anímese señor Subsecretario, aborde un “micro” como conductor, aplíquese a los ordenamientos de la contingencia y al terminar el día lleve sólo lo obtenido en su recorrido de esa jornada a su hogar para darles de comer a sus familiares, vestirlos y atenderlos médicamente si es necesario. No tiene la menor idea del drama que es eso.
No se trata de dar manga ancha a los concesionarios o conductores. Se trata de conservar intacta la capacidad de movilización de los habitantes de Tamaulipas a través del servicio de transporte colectivo. Se trata de no ahorcar a quienes desde hace tiempo tienen la soga al cuello. Se trata de ayudar a quienes también lo necesitan para que a su vez ellos puedan ayudar al resto de la población.
¿Qué, se anima señor Subsecretario?…

LA “NORMALIDAD”
Es un fenómeno que sería curioso si no fuera por sus graves efectos.
En el caso de la inseguridad pública, los tamaulipecos y en general los mexicanos, de tanto vivir –o sobrevivir– entre enfrentamientos, violencia, asesinatos y sangre a raudales, muchos terminaron por aceptar esa brutal realidad cotidiana como “la normalidad”.
Sobre esa galopante delincuencia, tras el pasmo y miedo iniciales, el país siguió su rumbo. En pocas palabras, se acostumbró a ella.
Lamentablemente está sucediendo algo parecido con el Covid-19. Los noticieros, periódicos y redes sociales han tomado el tema como obligatorio mañana, tarde y noche. Todo gira alrededor de él y poco a poco sucede lo mismo que con el delito. Empezamos a ver al coronavirus como un factor al que nos debemos acostumbrar.
Por desgracia, igual que con la inseguridad, ese error costará vidas. Muchas. Y todavía, dicen, no ha llegado lo peor…

Twetter; @LABERINTOS_HOY

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