La semana pasada dominó la opinión pública el tema de la candidatura de Samuel García a la presidencia de la república. Se dijeron muchas cosas y vimos como se pelearon el poder legislativo, ejecutivo y judicial en Nuevo León; independientemente de lo que reclamaban los involucrados en las diferentes partes nos lleva a reflexionar, ¿Por qué hay este tipo de luchas entre los diferentes poderes?, ¿Debe un poder subordinarse a otro?
En el corazón de toda nación democrática late un sistema de gobierno fundamentado en la división de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial. Este concepto, esencial para la estabilidad y la preservación de los derechos ciudadanos, se erige como un intrincado ballet en el cual cada poder ejecuta su danza única, pero todos contribuyen a un equilibrio armonioso.
En esta danza, el Poder Legislativo emerge como el coreógrafo principal. Su función principal es la creación y aprobación de leyes que reflejen la voluntad de la sociedad. Este cuerpo, compuesto por representantes electos, se convierte en la voz de la ciudadanía, promulgando normativas que configuran la vida de la nación.
El Poder Ejecutivo, por otro lado, asume el papel de ejecutante principal. Su función no es redactar las leyes, sino implementarlas. El líder de este poder, ya sea un presidente o un primer ministro, es el encargado de llevar a cabo las políticas y decisiones del Legislativo. Esta separación de funciones evita la concentración excesiva de poder en una sola entidad.
Completa esta tríada el Poder Judicial, la figura que vela por la legalidad y la justicia. Los jueces, independientes y objetivos, interpretan las leyes y aseguran que se apliquen de manera imparcial. Su capacidad para revisar la constitucionalidad de las leyes y las acciones del Ejecutivo proporciona una barrera esencial contra posibles abusos de poder.
Esta danza no solo celebra la autonomía de cada poder, sino que también expresa su interdependencia. El sistema de pesos y contrapesos surge de la capacidad de cada poder para revisar y equilibrar las acciones del otro. El Legislativo, por ejemplo, puede vetar decisiones del Ejecutivo, mientras que el Judicial puede declarar inconstitucionales ciertos actos legislativos.
Este ballet constitucional busca prevenir la tiranía y proteger los derechos individuales. Si un poder intenta dominar, los otros dos actúan como guardianes vigilantes, manteniendo el equilibrio esencial para la salud de la democracia.
A medida que las sociedades evolucionan, también lo hacen los desafíos para esta danza de poderes. La tecnología, la globalización y otros factores exigen una constante reinterpretación y adaptación de las reglas. Sin embargo, el núcleo de la división de poderes permanece sólido, recordándonos que el equilibrio entre estos tres actores es fundamental para la supervivencia de la democracia.
En última instancia, la danza de los poderes es un espectáculo en constante evolución. Como ciudadanos, debemos apreciar la complejidad y la importancia de este equilibrio, velando por su preservación y contribuyendo a la vitalidad continua de nuestras instituciones democráticas.