Un buen día, caminaba sin rumbo fijo por el laberinto anfractuoso de mi memoria, deseando fervientemente encontrarme con los mejores recuerdos, aquellos que me hicieron reír, los  de los sueños de un espacio donde se puede ser inmensamente feliz, los del sentimiento pleno y la paz conmigo mismo, los que escapaban al escrutinio riguroso de la influencia de las conciencias forjadas en la amargura motivo de las frustraciones y de la ausencia de emociones gratificantes que mantienen en positivo el balance del cuerpo, la conciencia y el espíritu.

Un buen día, me encontré en el camino del tiempo infinito con mi yo niño y al sentirlo vulnerable y confundido, le envié un buen amigo, de inocencia incuestionable, de energía envidiable para acompañarlo en su prematura soledad, y le enseñó que el sentirse acompañado, no requiere de ser de la misma especie, de hablar el mismo idioma, sino de dejarse amar y con amor estrechar esa amistad y su perro un día se quedó dormido para siempre.

Un buen día, me encontré en el camino del tiempo infinito, al adolescente que fui, y al verlo vulnerable y confundido, le envíe un amigo, que igual requería acompañamiento, entonces se apoyaron mutuamente para pintar su mundo de colores, para abandonar el gris de los días de infortunio, y su igual un día tomó un camino diferente.

Un buen día , me encontré en el camino del tiempo infinito al joven vigoroso que fui, de mente abierta, el que siempre buscaba una respuesta para entender lo que sucedía, el que buscaba el cambio en sí mismo para dejar atrás todo lo que le impedía caminar en la búsqueda de la verdad, entonces llegó  a su vida una amiga que por amor lo acompañó, para compartir sus anhelos, para construir el nuevo camino, para tejer juntos le destino y formar lo que se conoce como hogar; entonces me pregunté: ¿Quién la envió?

Un buen día, intrigado quise conocer al ser que envió a mi vida a la mujer que, siendo tan distinta, me acompañaría sin preguntar qué era lo que yo tanto buscaba en mi largo recorrido; entonces me percaté de que el Padre a quien tanto busqué, me mandó a su Hijo, quien jamás estuvo lejos de mí y que siendo una entidad divina, la energía más pura y creadora del todo cuanto existe, convertida en el amor totipotencial, me acompañó en el perro de mi infancia , en el amigo convertido en hermano de mi adolescencia, en el libre pensamiento y el vigor de mi tempestuosa juventud; en la mujer que calmara mis tormentas y llenara de colorido mi desierto, en mi maestro de infinita sabiduría, que ahora en este estado transitorio de mi vida, me sigue acompañando para seguirme mostrando que Él es el camino, la verdad y la vida.

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