Porque sin ser lo que soy, no soy lo que creo ser, y en el esfuerzo por encontrarme a mí mismo, me encuentro con la confusión y la duda, y es la duda una especie de desconsuelo, que motiva en mí la decepción y el celo de no ser la figura que desearía ser, llegando a la conclusión, que lo que en verdad soy, es lo que mi Creador quiere que sea; pero luego me pregunto, si no es de mi responsabilidad ir en la búsqueda de lo quiero ser y en el camino me encuentro, que si me someto al juicio de los que igual, no saben quiénes son, la ansiedad y motivo de mi congoja es causa perdida, pues en un mundo alejado de Dios, domina la ceguera y la sordera del que camina, creyendo que el único que tiene el poder de saber lo que se es, en su naturaleza terrena tiene la respuesta, pues aspirar a la divina nobleza del espíritu vencedor, requiere la fe y la firmeza de ser hijo de Dios.
¿Qué buscas tú, el de la ambición desmedida? ¿Engañarte acaso a ti mismo o engañar al ingenuo que piensa que no hay otra salida? ¿Qué piensan los de mente ambiciosa y cerrada, que luchan por la misma obsesión descarada, que habiendo recibido ayer una jugosa tajada, se ofrecen de nuevo al mejor postor, cuando el mundo reclama humildad y sencillez, honradez probada y no simulada, como suele suceder cuando se logra con engaños vencer?
Y hablo de la vida y de todo lo que a ella concierne, pero de la vida a la que se aspira vivir, en paz y en armonía, en un mundo donde nadie confía y priva la injusticia, la corrupción y villanía, que pervierte por igual al que tiene mucho o tiene poco, porque al perder su dignidad, deja de ser un hermano para ser el verdugo de los que viven con la esperanza, de que algún día regresará Jesús a repetir la lección de lo que es el amor.
Si quieres saber quién eres, renuncia a lo que eres, si esto te ha hecho percibir, que el mal es una buena salida, para encontrar en la vida lo que buscas.
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