La alianza electoral de los partidos Acción Nacional, Revolucionario Institucional y de la Revolución Democrática en Tamaulipas ha sido desde el día que se hizo oficial, un símil –sin tintes de racismo– del clásico personaje conocido como el negro de la feria.
Quien más quién menos la ha hecho blanco de críticas, deslindes, señalamientos y hasta insultos. Pareciera que esa suma de membretes fuera un pecado capital que debe ser purgado al viejo estilo del juez de la horca: Con un juicio sumario y un patíbulo.
¿Tienen razón los detractores de ese acuerdo?
Admito coincidencias con algunas opiniones de rechazo, aderezadas por lo menos con una pizca de sensatez, pero colocar a esa unión partidista en el nivel de unarepresentación política del Diablo, en la opinión de su servidor rebasa los límites de la razón y se adentra en los terrenos de la estulticia. Me reservo un término más claro pero también más crudo.
En mi percepción, la política es una de las actividades más cercanas a una guerra. No existen reglas de urbanidad, la moral es un término de diccionario, hay héroes y hay villanos conforme a quien sea el triunfador y lo más importante: Jamás son los sentimientos los motores de una batalla, sino los intereses.
¿Suena odioso?… Bueno, pues quien quiera jugar al romanticismo cuando lo que está en juego es el poder, que busque otros escenarios. O como acostumbraba decir Elba Esther Gordillo cuando la acusaban de dictadora: Quien le tenga miedo a los espantos que no salga de noche.
El PAN, el PRI y el PRD están usando en Tamaulipas –y es legítimo hacerlo aunque pueda no ser ético– una herramienta para tener posibilidades de ganar: Sumar fuerzas. Sobre ideologías, sobre la historia, sobre sus diferencias. Eso se llama, quieran o no, política.
Nadie en su sano juiciopuede negar la validez de esa decisión. Llámenla coyuntural, llámenla traición a sus raíces o llámenla como les dicten sus intestinos. Injuriarla no le restará votos a esa coalición y sí evidenciará, como ya lo hace, el temor a los resultados de la misma.
Cierro el tema con una pregunta a quienes ponen especialmente al PRI como palo de gallinero:
Si los priístas hubieran hecho esa alianza con MORENA ¿Qué estarían diciendo del tricolor?
No necesitan contestar. Todos lo sabemos…
NO LO VERÁN, PERO LO SENTIRÁN
Fuera del círculo morenista, el precandidato de Regeneración Nacional a la gubernatura de Tamaulipas, Américo Villarreal Anaya, recibió este fin de semana pasado uno de los mejores apoyos que pudiera obtener. Tiene nombre y apellidos: Oscar Luebbert Gutiérrez.
No se trata de valorar un mensaje de cortesía, sino de los resultados del mismo, evidenciados en dos aspectos fundamentales.
Va el primero: Oscar es el único priísta que conserva en Reynosa, la sede de la actual hegemonía “makista”, la presencia e influencia políticas suficientes para minar el poder de convocatoria de la ex alcaldesa Maki Ortiz, No hay ex edil tricolor mejor calificado en ese municipio.
Segundo: Luebbert no se queda en la simpleza de los apoyos solidarios. Para bien o para mal según quienes sean sus amigos o adversarios, se mueve y se siente.
Tal vez no lo verán en los mítines, tal vez no lo verán en recorridos. Eso será lo de menos, porque lo que verdaderamente debe inquietar a los antagonistas de Américo, es lo que hará Oscar detrás de bastidores.
¿QUÉ FUE?
No sé si lo hayan notado pocos o muchos, pero César Verástegui, precandidato de la alianza panista, priísta y perredista, dio la semana pasada la primera señal de un pensamiento opuesto al gobernador Francisco García Cabeza de Vaca.
El mandatario sostuvo con Maki Ortiz durante la alcaldía de éste una relación tormentosa y abiertamente distante. En contraposición, “El Truco” como conocen a Verástegui, calificó a Maki de valioso activo político tamaulipeco y abrió la puerta a un diálogo con ella.
¿Fue deslinde o es estrategia?…
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