Y si una gota de agua cayera del cielo, para apagar la sed del desconsuelo de saber que al correr el velo de la verdad ingrata, del hecho de sentirme, en ocasiones, un objeto inanimado dentro de los espacios pausados de la vida de relación cotidiana, ahÃ, donde sobreabunda la confusión al tratar de dilucidar tantos dilemas de llevar una vida sana, se llega a la conclusión de que ser muy consiente el hombre y la mujer, de toda responsabilidad propia y ajena, resultan ser el problema y no la solución de la subjetiva desmaterialización de su persona, terminando por volverse invisibles para los que no ven y no escuchan, y sólo caminan hacia adelante sin voltear en las esquinas, esperando que la suerte y no la inteligencia les dé la razón de ser como las espinas, que no deben tocarse, pues pueden lastimarte desde los pies al corazón.
Resulta en vano tratar de resolver la vital ecuación, sobre todo cuando se insiste en perpetuar la actitud de orfandad, asegurando que es mejor callar aun cuando lo que se quiere es gritar, esto, para no despertar a los que fingen estar dormidos, pero tienen suficiente autoridad como para tener el control y mantener el ánimo reprimido de los que quieren salir de la pasividad, para empezar a volar en busca de su libertad.
Si una sola gota cayera del cielo, seguro estoy que bastarÃa para que la vida fuera una realidad y no un simulacro de eterno duelo por lo que nos pueda pasar, que nos mantiene en eterno desvelo, por el miedo a la a la oscuridad.
Mantengamos la luz encendida, para reconocer al verdadero MesÃas, esta será su segunda venida, para reconciliar al hombre con la divinidad, para restablecer la alianza de Dios con los hombres y garantizarnos la vida eterna en Cristo Jesús.