En una ocasión, siendo facilitador en una escuela de educación superior, durante la clase, surgió el tema de la integridad de las personas, y un joven que evidenciaba sus aptitudes de intelectual me preguntó la definición de integridad, lo hizo con toda la intención de encontrar en mi sentir, algo que disintiera con su muy personal concepto, pues de antemano sabía que le agradaba sobremanera debatir sobre temas que pudiera prestarse a la controversia. Lo miré de reojo, y en seguida advertí su intensión, de ahí que  no deseaba dar motivos para el debate, por lo que decidí darle una definición muy sencilla y le dije: La integridad, es la condición de la persona que le permite mantener unidas todas sus partes, y con esto me refiero, no sólo a lo físico, lo mental y lo espiritual, sino también a lo referente a su moral. Un hombre íntegro, privilegia la honestidad y otros valores positivos que le dan firmeza a sus acciones, para actuar de manera correcta.

El joven manifestó estar de acuerdo en algunos de los elementos, pero aseveró que la definición estaba muy apegada al aspecto teórico, pero en la práctica, las circunstancias  del entorno modificaba la rigurosidad definida, porque el ser honesto implicaba sortear un sinnúmero de retos que podían quebrantar la voluntad de la persona y fraccionar esa fusión de elementos que denotan su carácter íntegro; la moral, repuso, es el elemento más vulnerable en las personas. Eso me dio pie para preguntarle si él se consideraba íntegro, y contestó que no; entonces le pregunté si su referencia tenía algún sustento bibliográfico de académicos expertos en el tema, y dijo: No es necesario estudiar mucho para saber que el ser humano es imperfecto. Has dicho bien, le contesté, precisamente por ser imperfectos, pero por tener la capacidad intelectual suficiente para encontrar las causas de nuestras fallas, estábamos más comprometidos con encontrar la solución para permanecer íntegros, y continué diciéndole: ¿has hecho tú algo para evitar que se fracture la integridad? Me contestó que era inútil tratar de componer lo imperfecto, porque en nuestra sociedad, se condenaba la honestidad o se traducía como la falta de capacidad para aprovechar las oportunidades para sobresalir y posesionarse de la mejor manera, traduciéndose  en una definición de éxito muy bien aceptada socialmente. Le hice otra pregunta: ¿A ti te parece correcto eso, llegar a subir los peldaños pisoteando la dignidad y lo derechos de los demás? Mire, nadie ha hablado de pisotear la dignidad y los derechos,  solamente mencioné “aprovechar las oportunidades”

Muchas personas son íntegras de acuerdo a su muy particular definición, si la sociedad abala la deshonestidad, validan las acciones deshonestas, si la sociedad exige honestidad en todo aquello que involucra el bienestar general, la definición de integridad mantendría intacto todos los elementos que la definen y el entorno no proporcionaría los pretextos, para justificar las injusticias y la violación de los derechos humanos.

enfoque_sbc@hotmail.com