Un buen día, me encontré a mi nieto Emiliano, meditando, lo observé por un buen tiempo, aquella tarde me pareció que era especial para eso, para estar mirando hacia el interior y analizar lo que se ha hecho hasta entonces, él a sus catorce años, hacía un repaso de su corta vida y pensé en las muchas veces que yo he meditado para saber quién soy, incluso, saber dónde estoy. Decidí no interrumpirlo, pero él se percató de mi presencia y me pidió que me acercara, y sin más me dijo: Abuelo cuéntame algo sobre tu vida pasada. ¿Mi vida pasada? le contesté. Sí, tu vida antes de que yo naciera, porque mucho me has contado ya del presente, cuéntame cómo te sentías a mi edad, si eras feliz, si tenías todas las respuestas, si no te agobiaban las dudas, si te desesperabas algunas veces sin saber por qué, si tuviste el anhelo de ser una persona de mayor edad para que no te agobiara más la incertidumbre. Me preocupé un poco, pues en sus comentarios reconocí algunos de los signos depresivos que yo experimenté, cuando cursé la adolescencia, entonces me senté a su lado, permanecí callado por un par de minutos y le dije: No todos los adolescentes experimentan esa tormenta de incertidumbre, alguna vez te dije que tu alma era muy parecida a la mía, de hecho, en son de burla, decían que eras mi alma gemela, pero más allá de lo que otras personas puedan pensar sobre nuestra manera de enfrentar los retos en la vida, yo sí te puedo decir, que desde que naciste, me identifiqué mucho contigo, era como si me estuviera viendo en un espejo, a pesar de que cada persona es un ser único e irrepetible, pero, en cuestión del alma, mi percepción es que ésta se va definiendo en cuanto se pone en contacto con las personas amadas; de hecho, mi alma reconoció esos elementos que las identifican como parte de un todo; pero me pides que te cuente algo, te diré que mi alma era muy apacible, muy tranquila, vivía en armonía consigo misma y con el entorno, pero eso no duró para siempre, porque cuando el entorno cambia y no nos es favorable, la armonía se rompe en el interior y el cuerpo físico resiente esos cambios, que por lo general, no resultan ser muy positivos, porque emana de ellos energía negativa, que incide de igual manera en nuestro estado de ánimo; es cuando el alma le exige al cuerpo meditar, lo hace buscando alternativas de solución, para no quedarse sumido en los procesos depresivos; todos tenemos la capacidad de vencer la tristeza, la melancolía y todo lo que emana de un ánimo decaído, todo es cuestión de no darles el poder a esos sentimientos que te hacen cuestionar quién eres y dónde estás.
Cuando no te dejas derrotar por el desánimo, cuando no permites que tu mente se convierta en una prisión, cuando valoras lo que en realidad tiene valor en la vida, y sobre todo tú no te concibes como una cosa, sino como hijo de Dios, entonces, nada te podrá sujetar a vivir una vida en la obscuridad. Emiliano sonrió como suelen sonreír los seres más hermosos de la creación, sin decir más me abrazo y dijo: Gracias abuelo, gracias alma gemela.
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