Corrían los meses finales de 1992.

Era el año final de mandato del entonces gobernador Américo Villarreal Guerra y en la antesala de su Sexto Informe de trabajo como tal, tomó una decisión inusitada en esos dorados, extintos y añorados tiempos del “todo se puede”.

Américo eliminó la presentación directa del documento mencionado y lo envió al Congreso del Estado por vía postal. Por correo, para decirlo claro.

Al hacer eso, el Jefe del Ejecutivo estatal mandó al cuerno –por lo menos en ese año– las tumultuarias concentraciones en donde se seguían rituales políticos de corte faraónico y sin freno alguno en el gasto.

No fue fácil para él hacerlo, porque en la virtual despedida de la administración a su cargo –entregaría el mando cuatro meses después a Manuel Cavazos Lerma– los gobernadores suelen aferrarse a las últimas mieles de los reconocimientos graciosos. Pero lo hizo.

Nadie siguió su ejemplo de austeridad en los sexenios siguientes. De Cavazos hasta Egidio Torre, todos priístas, los informes continuaron sin excepción con el perfil de pasarela del poder y cánticos de alabanzas desmesuradas. La frase “obra sin antecedente” era y lo sigue siendo, un cliché repetido hasta el cansancio en lo que se refiere a las acciones gubernamentales no sólo en el nivel estatal sino también en el federal y municipal.

¿Por qué traer a colación este pasaje?

La razón es la petición de diversos sectores sociales y económicos de Tamaulipas para llevar a cabo los informes de presidentes municipales sin dispendios y con discreción republicana. De hecho, ese fue un ofrecimiento del actual gobernador Francisco García en el plano estatal.

Lo anterior significa algo fundamental: es totalmente factible realizar un acto oficial de esa naturaleza sin fanfarrias y coros celestiales y por lo tanto, ahorrar una bonita suma –decenas de millones de pesos– que se puede destinar a una causa mejor.

Si los alcaldes atienden la solicitud le harán un gran favor a su municipio, la mayoría de los cuales sufren problemas presupuestales severos . No sólo contarán con un recurso sustancial para acciones o programas sociales, sino que se ganarán el aplauso de su comunidad al comprobar en los hechos que un informe de labores debe ser sólo una obligación cumplida y no un aparador de vanidades.

El ejemplo de Américo sigue vigente…

DEL ANECDOTARIO

Sobre el informe que menciono, me permito en este espacio tratar de describir uno de los mejores cartones –de los muchos excelentes que ha hecho– del maestro y amigo Manuel Medrano.

En el escenario político de ese entonces la única oposición seria era la que protagonizaban los diputados locales del desaparecido Partido Socialista Unificado de México –PSUM por sus siglas– y entre ellos Pedro Alonso Pérez, quien se significaba por sus agudas críticas al sistema y de quien se esperaba fuera una pesadilla en el evento gubernamental.

El golpe de timón americanista frustró la que hubiera sido una larga cauda de interpelaciones, lo que precisamente dio lugar al cartón citado.

En él aparecían el gobernador Américo Villarreal seguido por Pedro Alonso, formados en la fila de una ventanilla de Correos. El primero llevaba en sus manos un grueso paquete listo para recibir las estampillas respectivas rumbo al Congreso y Pedro llevaba también en las suyas un sobre en el cual se “leía” parte del texto: una serie de improperios (*/%&Ç…) dirigidos también al Poder Legislativo.

Como puede verse, los informes se pueden mandar por correo. Y las críticas e insultos también…

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