Siempre me pregunté, si hacía mal al reconocer aquello que realizaba de buena voluntad, porque al hacerlo, tal vez estaba restándole el verdadero valor ante los ojos de Dios. Aunque me pareciera fácil lo que hacía por ser correcto, siempre había personas que no lo veían del mismo modo que yo, los menos, me criticaban, pero otros, obraban en mi contra. Decepcionado, de niño lloré por ello muchas veces, mas, no me sentía confundido, porque algo en mi interior me decía que no había hecho mal a nadie.
Mi padre me lo advirtió algunas veces: Aquél que se mueve mucho, deja a su paso una estela de luz, habrá quien se detenga para admirarlo, otros se verán deslumbrados y te seguirán, pero los más, se sentirán molestos, pensando que los quieres opacar, de ahí que se agruparán y se apurarán para frenar tu marcha; yo rebatía sus palabras, diciéndole que mi intensión jamás sería hacer el mal, pero él insistía en hacerme ver la veracidad de su dicho, diciéndome que aunque no lo deseáramos, la vida exigía entrar a todos en competencia, que era ésta una ley natural, relacionada con la supervivencia. Mi esposa me lo dijo muchas veces más: Está visto, que, aunque tus propósitos sean buenos, siempre habrá alguien que se sienta incómodo con lo que haces, tal vez, pensando que tienes una personalidad con amplia tendencia al protagonismo, o porque sienta que estás en competencia con él para alcanzar alguna posición relevante, ya sea en lo social, en lo profesional, o en lo político. Pero yo insistía en defender mi verdad: Yo sólo quiero servir a mi prójimo, porque sé que lo que es bueno para mí, también lo será para los demás.
En mis 43 años de vida profesional, he realizado innumerables acciones, pretendiendo el bienestar de mi comunidad; siempre ha habido oposición para lograr mi propósito, pero nunca ha sido más fuerte que la voluntad de quien está impulsando mis iniciativas. Es este un año de nuevos retos, la inercia de negatividad que se lleva arrastrando por años, aparece a cada instante, desafiando nuestra fortaleza para salir de nuevo adelante en nuestra nueva empresa, después de percibir la primera oleada de resistencia, pensé que tal vez ya había tenido suficientes presiones a través de tanta experiencia de apariencia ingrata y había llegado el momento de desistir de mi propósito. Un poco desilusionado, llegué a mi casa, prendí la computadora para revisar las notificaciones en mi muro y me encontré estas frases en el orden siguiente:
“Que tu fe sea más fuerte que tus miedos” (Mateo 14: 27)
“¿Quieres algo? Entonces ve, haz que pase, porque la única cosa que cae del cielo es la lluvia”.
“El tigre y el león pueden ser los más fuertes, pero el lobo no trabaja para el circo”
“Cualquier persona que te motiva a ser mejor, es alguien a quien merece la pena mantener cerca”
¿Que por qué lo hago? no me lo preguntes a mí, pregúntaselo a mi Padre.
Ahora sé que no sólo soy influyente, también soy incluyente
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