La humildad genera mucha envidia en aquellos que no pueden comprender, cómo es posible que, si se tiene la oportunidad de triunfar, no se desee acceder a ese peldaño de la vida, les resulta incomprensible el hecho de que algunas personas renuncien a sus merecimientos, sólo por seguir consintiéndose como personas sencillas, de trato amable y sumamente serviciales.

Se dice que la envidia es el pesar por el bien ajeno, o el deseo de poseer algo que el otro posee, de cualquier forma, siento que ese algo o ese bien, va más allá de lo material, porque a fin de cuentas, el envidioso puede allegarse el bien que anhela, ya sea por fuerza física o ejerciendo el poder del dinero o de la influencia política de la que presume, mas, es bien conocido, que no por ello dejará de sentirse triste por más bienes que atesore, siempre habrá de envidiar a aquel que por su naturaleza humilde siempre está conforme con lo que posee y está dispuesto a obsequiarlo sin sentirse triste.

La luz que ilumina a la persona humilde, emerge de sí misma, es una luz perpetua, más, la de los envidiosos siempre dependerá de otros, de ahí que cuando el generador se aleja, desaparece hasta la sombra de la figura del envidioso.

También es cierto que los envidiosos pueden ocupar y ocupan lugares privilegiados, pero no por ello son felices, pues seguirán envidiando a los hombres sencillos, porque éstos son más libres.

El envidioso nunca podrá decirle no a quien le da luz a su vida, porque su situación de éxito es frágil por depender de otro, y en muchos casos, perdió su dignidad por querer llegar a lucir exitoso.

El humilde goza de la complacencia de los cuatro elementos fundamentales, porque así lo dispuso el Creador para su beneficio, de ahí, que no estén preocupados por el alcance y el avance del tiempo, siempre serán parte del universo y lo mismo pueden ser espíritu que materia.

Hay que esforzarnos por ser humildes, porque ésto nos acerca más a Dios, y si Él es quien concede al hombre todo lo que merece, tal vez nos dé la sabiduría suficiente para comprender, que la vida siempre es lo más valioso.

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