Platicaba en una ocasión con un hombre del ayer, que decía llevaba en años, un poco más de 8 décadas en su haber; y con orgullo yo he de reconocer, que más que mi destino, ha sido la voluntad de Dios, el que pueda y deba yo aprender del ser humano que ha llegado feliz y sin remordimientos vanos a la bendita madurez.

Porque agradecidos como son estos hermanos con la vida, no esconden a nadie, el hecho de haber alcanzado la sensatez, sin tener que renunciar con enfado a la edad que les concede su envidiable lucidez.

Y llegó nuestra alegre charla a convertirse en emotivo debate, retando el Quijote a demostrar, que el cuerpo que presumo es todo corazón y que alberga el alma de un romántico y soñador que vivió como él en el ayer.

Reconociendo que no le llegaba yo ni a los pies, demostré mi insensatez con este poema que hizo suyo.

INSENSATEZ

Si la madurez es fría, no quiero pensar en la vejez,
porque se revela el alma mía,
a perder por necesidad de mi cuerpo la tibia calidez.
Se pierde sin sentir la preciada tolerancia,
dando paso en mi existir a la inflexible e ingrata rigidez.
Se pierde también, en ocasiones, la confianza
y con ello, en los amantes del ayer …la sensatez,
y en la hiriente discusión se va también
el tierno amor y la esperanza.
A la edad, la injusta culpa, y no a la vana y arrogante estupidez
que endurece el corazón y rompe con la alianza
del amor que nos unió con ternura alguna vez.
A perder… a perder los dos, que la actitud nefasta
traspasa nuestro ser como filosa lanza,
y a llorar después, por nuestra torpe e injusta insensatez.
Si la madurez es fría, que lo blanco de mi cumbre llegue de una vez,
y que al paso del tiempo como árbol seco,
mi pasión, mi amor y mi deseo,
a tus pies … a tus pies como siempre mi vida entera se derrumbe.

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