La inquieta de María José se encontraba en nuestra casa, disfrutando, según ella, los primeros días de vacaciones, de inicio, se puso a jugar  juegos de mesa con su abuela, su prima Andrea Sofía y su hermano José Manuel, pero llegó un momento en el que se aburrió y se dirigió a mi taller literario, esto, con la intensión de motivarme para que yo participara en la acostumbrada puesta en escena de la serie “Mi abuelo y yo”, pero en ese momento, me encontraba sumamente fatigado y atareado, pues intentaba elaborar el artículo periodístico antes de que me ganara el sueño vespertino posprandial; con desgano, pero suavemente me disculpé con ella por no atender sus deseos, pero María es tan tenaz y jamás se rinde, así es que trepó por el respaldo del sillón de mi mesa de trabajo y se subió a mis hombros, entonces para que no la rechazara me dijo: te voy a ayudar a pensar para que puedas terminar rápido el enfoque y juegues conmigo; empezó a leer en voz alta la primer cuartilla, se detuvo y luego me preguntó cuántos años tenía de escribir y cuántos artículos había hecho en todo ese tiempo; le respondí que aproximadamente tenía treinta y tres años,  y que en ese tiempo, aproximadamente había escrito hasta ahora unos diez mil artículos; la niña se sorprendió y dijo ¡Caramba abuelo, son muchos! cómo no te has de sentir cansado. La verdad, le dije, escribir no me cansa, creo que el cansancio viene por la sumatoria de todas las actividades que he realizado y actualmente realizo; pero para mí, escribir es como hablar. La niña se llevó los dedos de su mano derecha a la cabeza y deslizándolos entre su hermoso cabello, y comentó: Entonces, ¿si yo me pusiera a escribir todo lo que hablo cuántas hojas de cuaderno podría llenar?; bueno, le respondí, a tus ocho años, con facilidad podrías rebasar el número de artículos que yo escribo; ella se me quedó mirando y respondió: No lo creo abuelo, porque, aunque hablo mucho, nadie tiene la paciencia suficiente para escuchar todo lo que digo. En eso te doy la razón, si lo trataras de escribir, seguro que habría algunas pausas y empezarías narrando otros temas muy diferentes a aquellos con los que inicias tu charla. Bueno abuelo, antes de dejarte en paz para que sigas escribiendo, ¿me puedes contestar otra pregunta? Desde luego. ¿No te preocupa que la gente que te lee pueda aburrirse? La verdad, no me preocupa. ¿Y eso por qué? Bueno, porque estoy seguro que aquellos que les agrada leer lo que escribo, es porque son mis verdaderos amigos y los amigos siempre escucharán lo se les cuenta, porque has de saber, que siempre les hablo con el corazón.
“Y aquél que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque El intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios.” (Romanos 8:27)

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