He aquà una página del libro que nunca escribà y que denominé: Historias de Consultorio; esperando de mis estimados lectores una crÃtica estimulante para motivarme a compilar tantas y tantas páginas escritas que esperan ansiosas a que mi estado anÃmico pueda estar en condiciones favorables para tomar la decisión de darle un cuerpo a lo que será una obra literaria.
La entrevista
Y me preguntó: ¿Habrá algo más importante que sacar de tu vida un imposible? Y yo, sin saber de qué me estaba hablando, tratando de adivinar la causa de su malestar, pensaba en más de un motivo, pero intuÃa, que la única persona que podrÃa saberlo era la paciente.
¿Cuánta experiencia necesita tener el médico para poder interpretar ese lenguaje tan Ãntimo de los pacientes? Acostumbrados como estamos a lidiar con signos y sÃntomas objetivos, siempre tratamos de buscar las evidencias que nos permitan construir una base sólida de la presunción diagnóstica; y sÃ, la paciente evidenciaba corporalmente por un lado tristeza, desesperanza, un dejo de sentimiento de culpa; y por otro, arrepentimiento, coraje, y desesperación.
Yo observaba con detenimiento sus expresiones cuando verbalizaba una idea, me decÃa para mà mismo, ve los ojos, la mirada dice mucho, y sÃ, su mirada parecÃa dirigirla hacia una entidad invisible para mÃ, pero tal vez muy real para la paciente; tentado estuve en preguntarle a quién estaba viendo, a quién dirigÃa su mirada, pero temeroso de ofenderla con mi pregunta o de que mal interpretara mis palabras, sólo la observaba, respetando con ello aquel diálogo, que más bien parecÃa un monólogo interior.
Asà como habÃamos iniciado la entrevista, abruptamente la paciente guardó silencio, dio un respiro profundo y se recargó sobre el respaldo de la silla, adoptando una actitud relajada, acto seguido, me miró fijamente y me dijo: Ha de estar pensando que estoy loca, que he perdido la razón y tal vez no se equivoque.
De ninguna manera, contesté, estoy aquà para ayudarla en su malestar, sea éste de carácter fÃsico o emocional, y pierda cuidado no me gusta hacer juicios precipitados sobre los diversos aspectos que involucran el poder mantener en armonÃa el delgado hilo que sostiene el proceso salud-enfermedad.
Al escuchar mis palabras la paciente, se sentó correctamente en la silla y sonriendo me dijo: Le confieso, que el sólo hecho de venir a consultar, y estar frente al médico, me resulta intimidante, primero, por el hecho de ser ésta mi primera consulta con usted, a quién no conozco, y hablar de cómo me siento no me resulta nada fácil, y segundo, porque desconozco si en verdad estarÃa usted interesado en mi caso.
Esta historia continuará…
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