“La única manera de conservar la salud es comer lo que no quieres, beber lo que no te gusta y hacer lo que preferirías no hacer”…
Mark Twain
No es ni por asomo, el primer intento en Tamaulipas de tratar de imponer una medida presumiblemente encaminada a cuidar la salud colectiva.
Me refiero a la renovada prohibición -ya han tratado de hacerlo antes- a poner al alcance de la niñez en las escuelas la comida de escaso nivel nutricional. Lo que han dado en llamar la comida “chatarra”.
La buena salud lograda por decreto, ha sido una constante en las políticas públicas no sólo del Estado, sino de todo el país. Y todas han fracasado hasta ahora, incluida la primera versión contra la venta de golosinas y alimentos ricos en grasas en los planteles escolares.
Sólo para refrescar la memoria, expongo algunas de las acciones, la mayoría basadas en ocurrencias como ha sido frecuente en la mayoría de los gobiernos, estatales o federales, sin importar sus siglas o ideología.
Van:
Desde el sexenio de Emilio Martínez Manautou, limitaron la venta de bebidas alcohólicas los domingos, sin que hasta ahora se sepa para qué diablos ha servido esa disposición, que fuera de los centros comerciales nadie respeta. Desde luego, el consumo etílico, que se pretendía reducir por salud y como causa de accidentes o improductividad laboral, sigue esplendoroso.
Otro fracaso: Mantenían en los expendios y comercios tras una cortina las cajetillas de cigarros como si con eso ya no existieran. Pocas veces he conocido una medida más inútil y al final la derogaron. El tabaquismo sigue campante.
Uno más: Prohibieron la sal en mesas de restaurantes, para “proteger” a los consumidores de enfermedades por exceso de la misma. Igual decepción, porque todos la exigían y los negocios tuvieron que ceder. Esa medida sigue como una ocurrencia casi infantil.
Seguimos: Con el argumento de que contaminan el ambiente -por lo menos eso es cierto- prohibieron las bolsas de plástico en todo tipo de comercios, pero sólo sirvió para que la mayoría de los negocios usaran lo que debe ser una atención a sus clientes para ganar más dinero, porque ahora ofrecen ese recipiente, pero se debe pagar o tener dotes de malabarista para salir cargando en confuso montón víveres, ropa, utensilios o lo que sea que se adquiera.
La más cercana antes de la famosa comida “chatarra”, se dio en el sexenio de López Obrador, al imponerle a refrescos, bebidas diversas, galletas y lo que se pusiera enfrente, leyendas de exceso de azúcares, de grasas y otras martingalas por el estilo, las cuales nadie lee ni les importan, porque todos esos productos se siguen vendiendo mejor, como decían los abuelos, que el pan caliente, al cual ya cada vez menos lo buscan así.
El caso de moda hoy es la comida de bajo valor alimenticio en las escuelas.
Lo más probable es que terminará igual que las demás decisiones: En el bote de la basura, porque los escolapios ahora llevan esos productos desde su casa o cargan sus mochilas antes de entrar a clases entre la cauda de vendedores ambulantes, los reales favorecidos por esa medida al elevarse sus ventas exponencialmente y a quienes no se les puede impedir su actividad porque la ley garantiza el libre comercio.
La verdad es que los gobiernos han optado por el camino fácil en ese terreno: En lugar de trabajar en la concientización, en el convencimiento y culturización de los menores desde sus hogares, que para lograrse hay que esperar prácticamente una generación, quieren cosechar aplausos inmerecidos con limitaciones estériles por decreto, que terminan en el desprecio general y por lo tanto, inobservancia popular.
Vuelve a confirmarse una verdad monumental:
Tenemos gobiernos comodones… e inútiles.
X: @LABERINTOS_HOY