El fortalecimiento democrático está en nuestras manos todos los días, no sólo el día en que debemos elegir a nuestros representantes sino, diario. Sin embargo, el día “D”, como se le conoce coloquialmente, sin duda es el rey de la democracia: ¿Con qué solvencia moral exige un ciudadano que si ni siquiera va a votar el día que debe hacerlo?
Votar, además, es más que un derecho, una obligación cívica. Debemos sentir el corazón latir más fuerte cada que hay elecciones, pues es, la oportunidad (derecho) y el deber (obligación) de contribuir a solidificar nuestra democracia que, dicho sea de paso, tiene muchas áreas de oportunidad aún. Nuestra libertad sería solo de papel si no fuéramos y votáramos con absoluta secrecía por quien cada uno de nosotros quiera hacerlo.
Como lo escribí alguna vez, no concuerdo con que hasta en las escuelas se ha enseñado a ver al voto más como un derecho (artículo 35 constitucional) que como una obligación (artículo 36 constitucional), y votar es, como dije, ambas cosas.
Es un derecho, porque el ciudadano tiene la prerrogativa de acudir a elegir libremente a quien quiere que lo represente; y lo segundo, porque está constreñido a participar por el régimen democrático en el que vivimos. Pero siempre se hace más énfasis en que es un derecho: la gente asocia el votar como un derecho, más que una obligación.
Considero que debe hacerse a un lado la costumbre de verlo y enseñarlo así. Debería hacerse hincapié desde su enseñanza, en que es una obligación, más allá de un derecho como tal.
Debería permear desde el sector educativo, familiar y cultural en general, que votar es una obligación. Es muy importante el lenguaje del legislador: si desde su añeja incorporación al texto constitucional se pensó en dotar a la institución del voto con el carácter de obligatorio, ¡es precisamente por la suma importancia que reviste su ejercicio!
Por lo tanto, vote azul, tricolor, amarillo, morado, naranja o moreno, pero hágalo, debemos hacerlo. Es cumplir con una obligación constitucional, ya que en estricto sentido: al no hacerlo se vulnera a la constitución, en su artículo 36.
Y más allá de que no hay sanción si no votamos, pues al ser una de tantas normas imperfectas, créame, si no se levanta a votar, no pasa absolutamente nada, ponga mejor Usted desde la ciudadanía el ejemplo: ¡Cumpla con el espíritu constitucional sobre la obligación de votar! Hágalo con libertad.
¡Hay que salir a votar!
El fortalecimiento democrático está en nuestras manos todos los días, no sólo el día en que debemos elegir a nuestros…