Hace tiempo, Sebastián, mi nieto mayor, se molestó conmigo porque no estuvo de acuerdo en un asunto relacionado a los derechos humanos, desde luego que yo respeté su opinión, pero traté de que analizara mis argumentos, al final, él se sintió algo frustrado, y molesto se despidió de mÃ.
Dos meses después de no tener comunicación, por fin me habla muy solemnemente y me trata un asunto de negocios, yo lo escuché con atención dándole a nuestro diálogo la importancia debida, y pensando que ya se habÃa olvidado de nuestro desencuentro anterior, me sorprendió, que discretamente tocara de nuevo el tema, en vano traté de no contaminar con mis comentarios el motivo de nuestro nuevo encuentro, pero su actitud evidenciaba algunos rasgos de engañoso afecto; entonces le dije: Hagamos el negocio que propones, en los términos que propones, pero quiero aclararte que es necesario que me convenzas de tu sinceridad, ¿me hablaste únicamente porque necesitas financiamiento o porque me extrañaste? A mi pregunta, Sebastián titubeó un poco y luego repuso: Abuelo, te amo. ¿Me amas ahorita que me necesitas, y mañana dejarás de hacerlo si no hacemos un trato?
El muchacho replicó: No, no me malentiendas, en verdad te amo, pero recurro a ti porque te tengo confianza y la verdad no creo que me vayas a fallar. Quiero decirte algo Sebastián, que me agrada mucho que tengas el valor de negarte a hacer cosas que no deseas hacer, la sinceridad es una virtud, no hay peor cosa que hacer lo que no nos agrada, pero debes de entender que cuando se forma parte de un equipo de trabajo, se tienen que aceptar responsabilidades, y una de ellas, es hacer lo que nos corresponde dentro del grupo. Ay abuelo, ya te estas saliendo del tema, ya sé para dónde vas. ¿Acaso voy hacia un área de la que no te gusta hablar?
No es que no me guste, sólo, que pensamos diferente, y ese fue el motivo por el cuál discutimos la vez anterior. ¿Quisieras que pensara igual que tú, que aceptara tus condiciones, sin valorar los efectos de sumisión a tus directrices? No, tampoco eso serÃa bueno, sólo quisiera que me comprendieras, hay trabajos que no me gusta hacer, porque creo que no me corresponden, por ejemplo los quehaceres de la casa, para eso están las mujeres, o los hermanos menores en todo caso. ¿Y tú qué quieres hacer? Pues lo que me gusta. ¿Te gusta comer? Claro. ¿Te gusta dormir? Desde luego. ¿Te gusta tener una casa limpia? Por supuesto. ¿Te gustan las comodidades? A quien no. Pero no te gusta apoyar para que todos esos beneficios sean permanentes y lleguen a todos de una manera equitativa, lo que implicarÃa ser justo y solidario con el equipo.
Ahora regresemos al asunto del negocio que me propones: ¿Cumplirás con la parte del trato o te dejarás llevar por la desidia y abusarás de la familiaridad que tenemos, para hacer las cosas como a ti te gustan? Te has preguntado ¿qué gano yo con el negocio que me propones? ¿Acaso estoy comprando tu amor y dejaré que te salgas con la tuya, porque tú sabes que mi amor por ti es real? Necesitas entender que es necesario que sumes más valores positivos a tu vida, esto, para que puedas ver la diferencia entre creer siempre que se tiene la razón y lo que verdaderamente es justo en la vida.
Quien obra con justicia y equidad siempre tendrá las puertas abiertas en los espacios donde los valores reales sustentan los derechos humanos. Dar a cada quien lo que le corresponde. Oye abuelo, creo que el hecho de no haberte hablado en dos meses me ha hecho ver todo lo que me perdà para ser una mejor persona, entiendo con todo lo que me has dicho que ya no hay trato. Por el contrario Sebastián, el hecho de que hayas tenido la paciencia de escucharme, me da esperanzas de que algo de lo que hemos platicado haya quedado sembrado en ti como una buena semilla que dará abundantes frutos.
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