Hablemos, porque necesito un remanso de paz en mi ajetreado ir y venir; hablemos, pero hagámoslo de tal manera, que puedas escuchar lo que te digo y en la sutileza de mi mensaje desesperado encuentres, lo que a mí se me ha perdido.

Hablemos, y digamos algo agradable, dejemos atrás los lamentos interminables de lo que pudimos habernos dicho en otro tiempo, sí, ayer cuando podíamos hacerlo, porque sólo nos teníamos los dos para contar lo nuestro y lo nuestro era todo aquello que nos unía. Hablemos, hagámoslo ahora que todavía hay tiempo, aunque te parezca imposible por estar tan ocupada en lo que dices es más importante que aquello que yo tenga que contarte.

Hablemos en el preciso momento en que te sientas más descansada, pero no dejes que te gane el sueño por sentirte relajada.

No quiero que te duermas mientras te cuento cómo ha sido mi día. Si, ya sé, que no te resulta nada fácil escuchar, porque a ti también te ha faltado quién te escuche, por eso, tu grito desesperado retumba en las paredes óseas de la bóveda de tu cráneo, para quedar guardado en el silencio de tu reproche desconsolado, porque en realidad no quieres que nadie te escuche.

Sí, ambos tenemos que hablar, hagámoslo como lo hacíamos antes y digamos aquellas hermosas palabras que de emoción nos hacía vibrar y nos daban el poder de hacer realidad los sueños y nuestras fantasías, que nos hacían anhelar que el tiempo fuera tan corto, para que llegado en nuevo día, nos viéramos los dos sentados muy juntos, fundidos en un abrazo, observando a través de la ventana de nuestros ojos, aquel espacio de cielo donde nuestras almas amorosamente guardaban reposo.

Correo electrónico: enfoque _ sbc@hotmail.com