“Solo hay dos formas de vivir la vida: una es pensando que nada es un milagro y la otra, creer que todo lo es” (Albert Einstein).
Aquel bendito día, desde que amaneció me levanté con la inquietud de ir a visitar a mi hija María Elena, pues un día antes, José Manuel, mi nieto, presentaba un cuadro viral que lo tenía postrado; al llegar a su casa, encontré al niño plácidamente dormido, pregunté a sus padres por su salud, y me dijeron que ya se encontraba mejor, no queriendo interrumpir el descanso del bebé, le pedí a mi esposa que nos retiráramos, pero, pasados unos minutos el niño despertó, se puso de pie y aunque débil, esbozaba un hermosa sonrisa, y se acercó a saludarnos; se recostó en mí como si fuera una almohada, y se quedó muy quieto, escuchando los latidos de mi corazón, después se dirigió a su abuela y la abrazó. Cuando salimos de su hogar, nuestros nietos empezaron a llorar pidiendo que no nos fuéramos o que los lleváramos a pasear, pero era necesario que el pequeño guardara reposo para que recuperara su salud. A la semana de aquel día, amanecí con los síntomas, probablemente, causados por el mismo virus que afectó a mi nieto, como María Elena me vio en mal estado, me pidió que no fuera a trabajar, de hecho, estuvo a punto de convencerme, pero tenía trabajo pendiente y en realidad no me gusta faltar; al poco rato de estar consultando me dio febrícula acompañada de dolor muscular, articular, y abdominal, así como una cefalea discreta y dolor de ojos; de nuevo me llegó la inquietud de retirarme a descansar a mi hogar, pero, los pacientes estaban esperando su turno, desde las 6.oo am., decidí entonces no pensar en mis molestias y me dediqué a consultar, pero mi semblante no pasó inadvertido y algunos de los pacientes me empezaron a infundir ánimo, me consolaban hablando del tiempo que tienen de conocerme y haciéndome sentir bien al decir que desde entonces los había ayudado con su salud, reforzando mi deseo de servir.
“La gratitud puede transformar días comunes en `días de acción de gracias´, por lo tanto, pueden hacer de la rutina laboral un día con alegría y de las oportunidades, bendiciones” (William Arthur Ward).
No me cabe la menor duda, que las palabras de gratitud, trasmiten energía positiva y ésta, ayuda a nuestro sistema inmunológico a combatir con eficacia los embates de virus y bacterias.
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