Llegamos al aeropuerto de Guadalajara y al tomar el taxi que nos llevaría a casa de mi hermana, comprendí que habíamos coincidido justo en las horas pico, en esos momentos en que los ríos de tráfico impiden la circulación y te obligan a permanecer casi estacionado, aspirando el humo de los mofles envejecidos.
De vez en vez, apenas si avanzábamos un poco para volver a quedar varados. Recordé entonces un cuento de Julio Cortázar que leí en mis épocas de estudiante, La Autopista del Sur, y empecé a observar el rostro de los conductores de los autos que nos rodeaban.
La realidad supera la fantasía. Creo que las horas que se pierden en medio de un caos vial, y el estrés que produce, es una de las mayores tragedias que vive a diario el ser humano hoy en día.
Desesperación, ansiedad, enojo, hacen que las buenas costumbres se pierdan y el ruido ensordecedor de motores, de repente emitan mensajes ofensivos creando un nuevo lenguaje.
Todos queriendo avanzar, cuando el espacio es tan reducido; muchos accidentes suceden precisamente porque la paciencia se agota y las prisas rebasan la capacidad de respuesta.
Rodeada de rostros impacientes, volví la mirada para analizar la personalidad de quien llevaba el volante. Sentada en el asiento trasero, pude observar a través del espejo retrovisor un hombre relativamente joven, de unos 50 años, de aspecto saludable.
Llamó mi atención en un momento en que, tratando de distraerse de la tensión del entorno, buscó entre sus cosas un usb, cuyo contenido vino a sustituir la voz escandalosa de un locutor en la radio, que invitaba a participar en una encuesta.
De inmediato comprendí el efecto que produce eso que recomiendan los psicólogos, cuando uno les habla de situaciones críticas y no sabe qué hacer.
Empecé a escuchar unas notas musicales que vinieron a relajar el ambiente al interior. Un concierto de piano magistralmente interpretado, que me transportó a lugares soñados con solo cerrar los ojos.
Luego de algunos minutos de disfrutar esa música, de verdad hermosa, no pude reconocer al autor, ni al intérprete, por lo que me atreví a preguntar al chofer el nombre del pianista.
Efectivamente era desconocido para mí.
– Lang Lang, respondió. Es un joven de origen chino, considerado prodigio, un pianista virtuoso, reconocido mundialmente, que ha actuado en importantes orquestas de Europa, Estados Unidos, China, Australia y muchos países más.
Entre pláticas y escuchando esa música tan especial, llegamos a nuestro destino.
Sin apenas darnos cuenta, habíamos podido enfrentar con éxito ese sentimiento de asfixia que nubla la razón. Ese nerviosismo exagerado provocado por los niveles de estrés a los que estamos siendo sometidos, en cualquier lugar del mundo donde la civilización nos ha llevado a vivir en grandes urbes saturadas de ruido y hostilidad, obligándonos a correr a una velocidad impuesta por la tecnología, rebasando todo límite de nuestra propia naturaleza humana.
No resulta fácil sortear esos momentos que nos ponen a prueba, cuando nos es imposible mantener la calma dentro de este entorno tan agresivo, cuando es tan difícil tomar decisiones que nos exigen una respuesta inmediata.
Por mucho esfuerzo que hagamos, gestionar el estrés cotidiano no es algo sencillo y por experiencia sabemos que convivir a diario en este ambiente tenso, nos provoca daños irreversibles en nuestro cerebro y una infinidad de manifestaciones de enfermedades físicas, nos dificulta mantener una visión clara de los hechos y nos bloquea, afectando inevitablemente nuestras relaciones familiares, sociales y de trabajo.
Los tiempos que nos están tocando vivir, exigen muchas veces más de lo que podemos dar. Otras tantas sentimos que no somos capaces de estar a la altura de lo que se espera de nosotros, aún cuando sentimos que estamos al límite de nuestras capacidades y acabamos sintiéndonos relegados en un mundo cada vez más competitivo que nos exige todavía ser mejores.
No hay tiempo para el descanso, el agotamiento es tal que pensar en hacer ejercicio o salir a caminar, simplemente es impensable.
De ahí la urgencia de empezar a gestionar el estrés que ha invadido nuestra vida en todas las áreas. Empezar por reconocer que estamos estresados y tomar unos segundos en medio del desorden y escuchar música, respirar profundo y llenar nuestros pulmones de aire suficiente, hacer cualquier esfuerzo autónomo y controlado para tomar conciencia de la situación estresante.
William James nos recomienda: “La mejor arma contra el estrés, es nuestra habilidad para elegir un pensamiento sobre el otro”.
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