Las olimpiadas de Paris 2024 serán recordadas por la polémica de la cultura woke, tanto las expresiones artísticas como las deportivas han sido puestas a prueba para mostrar lo disruptivo que puede ser el mundo actual.

La cultura woke es definida como un movimiento que busca concientizar sobre los problemas sociales y ambientales actuales, pretende mantener despierta a las personas ante las injusticias o discriminaciones que han sufrido o sufren las minorías.

Por otro lado, la conducta disruptiva es un comportamiento insolente, irrespetuoso, desobediente, agresivo, provocador y regularmente impulsivo que pretende llamar la atención para satisfacción del egocentrismo.

Por lo anterior, independientemente de los records deportivos que se puedan romper, el recuerdo quedara enmarcado en la polémica, algo que no puede detener ni Dionicio ni Baco, pues la mitología griega sirvió de sustento para la mitología romana, pero además para todas las religiones del mundo.

Si alguien piensa que son casualidades las imágenes que mostró al mundo la inauguración de los juegos olímpicos de Paris 2024, debería de adentrarse en la programación de Televisa para saber que promueve en cada segmento comercial, tal vez la interpretación de ello, nos lleve a la reflexión serena y a la aceptación del bombardeo mediático para llegar a ser Progre.

Pero la polémica no ha quedado solo en la ceremonia, la práctica deportiva del boxeo femenino ha generado el debate más encarnizado en las redes sociales, provocando con ello una catarata de epítetos y eclosionando a todos para expresarse de una manera diferente.

El debate ahora se centra en si existen solo dos géneros, hombre y mujer, obligando a quienes así piensan a expresar argumentos no precisamente favorables a las causas “Moralmente Correctas” que ellos defienden.

Y la polarización es muy sencilla, un ser que nació mujer, pero cuyas características físicas no son las apropiadas, no debería de contender contra mujeres, pues la ventaja es muy significativa.

Así que los argumentos de esta parte de la sociedad implícitamente aceptan que existen más de dos géneros, pues si un ser humano nacido mujer no puede ni debe de competir con otro ser humano similar, es porque hay más de dos diferencias.

La polémica desatada me recuerda la época de los años 80s y 90s, cuando en el béisbol infantil se utilizaba la práctica de registrar a los niños uno o dos años después de su nacimiento para que, al llegar a los 12 años de edad, según su acta de nacimiento, tuvieran una fortaleza física superior.

Esta práctica, nacida en las islas del caribe por cuestiones de pobreza, educación y cultura, fue rápidamente adoptada en los países donde floreció el béisbol infantil y tuvo tanta repercusión, que finalmente fue sancionada por los organizadores del béisbol infantil mundial.

Algo similar pasa aquí, ella la boxeadora sabe de su fortaleza, igual que los niños de 14 compitiendo con los de 12, ni ella ni ellos tienen la culpa, pero si aquellos que pretenden que compitan entre sí.

He leído mucho sobre el tema esta semana, lo más acertado es esto que entrecomillo, con la finalidad de no perder la perspectiva médica y biológica, sobre la de la cultura progresista.

“Los atletas con DSD XY que tienen testículos (generalmente internos), cromosomas sexuales XY, niveles de testosterona típicos masculinos y receptores androgénicos funcionales a menudo son descritos como mujeres con hiperandrogenismo, es decir, niveles anormalmente altos de testosterona.

Experimentan beneficios físicos de esta alta testosterona durante la pubertad, lo que se traduce en ventajas atléticas sobre las mujeres.

El problema para los deportes es que los atletas con la DSD XY de deficiencia de 5-alfa reductasa (5-ARD) pueden ser socializados como mujeres, pueden ser legalmente mujeres y pueden vivir e identificarse como mujeres; pero son hombres.

Estas personas suelen nacer con genitales de apariencia femenina, lo que puede llevar a que se les asigne el sexo femenino”.

Y es ahí donde se entiende la narrativa de la inauguración y de la cultura woke, hoy los argumentos tradicionales se derrumban ante la contundencia de la boxeadora de Argelia, que nunca tuvo pene, que nació con vulva, que viaja con pasaporte femenino pero que es GENÉTICAMENTE HOMBRE.