No es un secreto: la gente está fastidiada de tener tantos partidos políticos que están compuestos por catervas de vividores, gangsters de la política disfrazados de benefactores, que lo único que hacen es servirse de los presupuestos oficiales y enriquecerse a manos llenas unos cuantos. Todos iguales, no hay distingo alguno.
Y chequemos: PRI, PAN, PRD, Morena, PAS, PC y e que me diga, están conformados por los mismos de toda la vida que cambian de partido de acuerdo a sus intereses y ganancias.
Teóricamente, cada instituto tiene postulados y éstos se siguen por convicción; hay que imaginar la convicción de aquellos priístas que se fueron con López Obrador, o del aquel priísta que fue independiente y ahora es alcalde por el PAN: lo bueno es que son congruentes con su honorabilidad, similar a la de cualquier mercenario de cualquier cosa… o de cualquiera que comercia con su cuerpo: por dinero.
Y ahora, Felipe Calderón y su señora quieren hacer su propio partido, al igual que Elba Esther Gordillo que ya tuvo el suyo, pero quiere uno nuevo: ¿No tienen vergüenza, sinceramente, porque no es muy digno estar tratando de vivir con un presupuesto que emana de las participaciones vía impuestos de todos los mexicanos: los partidos políticos tienen prerrogativas -así le llaman a la forma de vivir del erario- para sufragar sus gastos, y, curiosamente, nunca vemos a un dirigente en un automóvil propio o austero: siempre en camionetas de lujo, en restaurantes de lujo y demás, que pagamos los ciudadanos.
Consideramos que se debe ciudadanizar el asunto y dejar a un lado a estos ladrones vividores.
Es curioso: tenemos muchísimos partidos políticos y ahora pretenden que surjan dos más. ¿De qué se trata? Volvamos un poco la vista a los grandes países del mundo y veamos que manejan dos o cuando mucho, tres partidos y corrientes, y por lo general no son compuestos por miembros chaqueteros que van de un instituto a otro, argumentando que “les fallaron” o algo por el estilo.
Sinceramente, da un tremendo asco ver la forma en que se maneja la “pseudo” clase política en nuestro país, y lo podemos visualizar ahora que en Tamaulipas entramos en proceso electoral, cuando unos ya están dando golpes y pagando publicaciones para golpear a otros más, sin acordarse de que si hay algo sucio es la política, donde espera el rival su oportunidad para lanzar un golpe bajo.
Un claro ejemplo lo vivimos en la capital, donde tenemos un alcalde producto de un partido que no conocía, y que antes jugó como “independiente2, pero antes, se mantuvo como un acérrimo priísta; el más claro ejemplo de lo que muchos llaman “chapulineo”, o “chaqueteo”, es decir, moverse de acuerdo al viento que le soplan los poderosos, y que no deja de ser una actitud deshonesta, nada honorable y poco creíble.
Imagine el lector qué credibilidad tiene un sujeto que está en un partido y cambia a otro porque “le ofrecieron una candidatura”, o sea, como si fueran fichas de empleo y no tener militantes con convicción.
¿Dónde está la congruencia de los ex seguidores de Maquío?, ¿a donde se fueron aquellos que pensaron que el PRI era una auténtica opción? Hoy, los más mal agradecidos están con Morena o cambiaron de piel de acuerdo a sus intereses; otros cambiaron su filiación por la impunidad y lograron que no se ejercitaran órdenes de aprehensión por sus delitos anteriores.
Es por ello que la gente ya no cree en los partidos políticos, las cuevas de Alí Babá, y quisiera ciudadanos honorables que realmente quieran sacar adelante un buen trabajo político en favor de sus conciudadanos, y que dejen de pensar en hacerse aún más ricos.
Insulta la inteligencia popular el que haya tantos partidos, pero es más indignante que quieran hacer más cuevas de éstas, aunque bribones para conformarlas sobran tantos como pelos de un gato.
Y falta lo que mucho os tememos: la invasión de aquellos que votaron sin pensar.
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