Me pregunto ¿cuál de todas las formas de violencia que vive la mujer en casa, le causa más daño? No sé si estén o no de acuerdo conmigo, pero casi estoy segura de que es la indiferencia, esa forma de castigo que le anula la posibilidad de expresar sus sentimientos y emociones, que la anula, que la hace invisible.
Cierra la puerta a una sana convivencia, donde cada uno puede manifestarse con libertad de ser, de hacer, de decidir, para establecer como forma de vida, el conflicto interminable de las medias palabras, los malentendidos y las suposiciones.
Aplicar “la ley del hielo”, como comúnmente se le conoce a ignorar la presencia de quien comparte nuestros días, con todo lo que ello conlleva, no es otra cosa que retirarse de la relación cuando algo no sale bien, como una forma de chantaje o manipulación, como una muestra de poder y control.
George Bernard Shaw, escritor irlandés, Premio Nobel de Literatura en 1925, lo expresa brillantemente, dice: “el peor pecado hacia nuestros semejantes no es odiarlos, sino tratarlos con indiferencia: esa es la esencia de la inhumanidad”.
El estar sin estar, el evadir no solo la conversación, sino la mirada y el encuentro, la presencia misma, destruye la armonía y se envía un mensaje de desinterés, de abandono. Se ignoran las necesidades y las emociones, se pasan por alto las peticiones o sugerencias. Las grandes ausencias, una caricia, una palabra de aliento, cuestionan día a día ser amada o simplemente necesitada.
Vivir en medio de un silencio que quema, no solo representa un camino a la soledad, sino también al agotamiento emocional y físico. Pasar del amor al desamor, de las grandes manifestaciones de afecto a la más fría indiferencia, en el momento más inesperado y ver pasar los días, las semanas e incluso meses, sin que se dé el mínimo interés de dar una explicación, una disculpa, destruye la relación.
Sí, estoy convencida, la indiferencia es una de las mayores violencias que sufre la mujer en su relación de pareja. Es una lucha desigual en la que se ve sin una posibilidad real de resolver el conflicto, porque nunca sabe lo que lo origina. Está sola, ella y sus conjeturas. No existe un puente de comunicación que permita una solución.
Quien se ve sometida a esta situación periódicamente, poco a poco va escalando en sus niveles de estrés y ansiedad, tristeza y depresión, llegando a sufrir graves daños en su autoestima y en su salud física.
En medio de mil interrogantes, trata de encontrar la explicación del conflicto, sin encontrar una razón lógica. Y cuando siente que ya no puede más, que la situación la ha rebasado, de pronto, sin mediar un acontecimiento en específico, así de bote pronto, vuelve la sonrisa a su pareja, el amor, los detalles, como si nunca hubiera pasado nada.
Nunca supo por qué se le dejó de hablar, nunca se lo dijo. Así como empezó el rechazo, el sufrimiento, la devaluación, la incertidumbre y hasta el sentimiento de culpa, de igual manera ahora reaparecen los detalles y la consideración.
Pareciera que simplemente se buscó un pretexto para provocar una situación para definir quién es el más fuerte, quién lleva el control en una manifiesta lucha de poder. En ocasiones se hace más evidente, cuando la mujer alcanza un éxito o reconocimiento externo. Intenta invisibilizarla, anulando su capacidad y su inteligencia. Dejando de hablarle, evita atender lo que dice, lo que piensa, lo que siente, minimizando los alcances de sus logros y rechaza compartirlos.
Los sicólogos enmarcan esta conducta como un abuso emocional, ya que de forma intencionada se busca manipular o dañar a la mujer. Esta violencia pasiva poco a poco la va destruyendo, sin apenas darse cuenta, porque su capacidad de respuesta está comprometida en medio de la confusión de sus sentimientos.
No hay gritos, ni golpes, pero hay heridas que no se ven. Algunos estudios neurológicos prueban la existencia de algunos cambios en el cerebro y es frecuente que se presenten dolores de cabeza, migrañas, daños en el sistemadigestivo y la aparición de insomnio y fatiga, incluso puede derivar en problemas más graves que ponen en riesgo la vida misma, como el incremento de la presión arterial, diabetes y cáncer.
A veces unas horas de silencio es sano cuando en una discusión hay que poner una pausa antes de agraviar a la persona amada; pero usarlo como medio de control o castigo, no deja de ser violencia contra la mujer.
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