Hubo un tiempo en mi juventud, que me apasioné por la fotografía, empecé a tomar fotos con aquellas cámaras desechables de estructura plástica que vendía la Kodak, desde luego que la calidad de las fotografías dejaba mucho que desear, posteriormente, fui adquiriendo cámaras de mejor calidad y tomé tantas fotografías que logré llenar varios álbumes, mismos que ahora disfrutan nuestra descendencia; logré pues, captar momentos irrepetibles de la vida de mi familia.
Hace un par de días me encontré con una fotografía que le tomé a María Elena algunos años atrás, nos encontrábamos en época de invierno y acudimos a Miquihuana Tamaulipas, nos situamos en un paraje hermoso; recuerdo que había un tronco de algún viejo pino que fue talado; de pronto, cuando ella iba, caminando en aquel ambiente frío, vi cómo su hermoso cabello largo era movido por el viento y dejando entrever su cara que lucía sonrojada, su paso era firme y gustosa disfrutaba igual que todos la libertad de aquel espacio, en ese momento un tanto solitario, y de la pureza del aire que respirábamos; le pedí que posara para mí, ella volteó y me dirigió una mirada de complacencia, mientras que sonreía sensualmente, le solicité se sentara cerca de aquel añoso vestigio de la naturaleza que otrora había cubierto su espacio vital y que en su tiempo cumplió su parte, al contribuir a hermosear el paisaje; al ver a María Elena posando graciosamente e integrándose al entorno, de inmediato imaginé que le imprimía vida nuevamente a aquel vestigio de madera inerte, de tal forma, que su cuerpo contribuía a formar el tallo y sus brazos las ramas, el vaivén de su cabello parecía al follaje que armónicamente se movía con el viento.
Cuando le platiqué todo lo que había imaginado en aquel momento, ella, siendo modesta, comentó que no creía que hubiese significado tanto en aquel momento, mas yo le contesté, que probablemente si hoy fuéramos al mismo lugar, seguramente podría comprobar que de aquel tronco aparentemente muerto, al dejar su huella en aquel momento, habían logrado unos vigorosos brotes, cuya cúspide seguramente estará rozando las nubes de un cielo igualmente hermoso.

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