Mira que ya no pintamos bien en la foto del otro día, todos hemos salido movidos, algo discordantes diría yo, de hecho, ya no parecemos los mismos, y lo más preocupante, es que es una foto de familia y se supone que deberíamos todos, mostrar en ella buen semblante.
Mira que ya no vale peinarse o ponerse un poco de color en las mejillas, ya no hallas como acomodarte, ya no encontramos el mejor perfil, lo mismo da ponerte en el centro que en las orillas, o falta o sobra carne.
Mira, aquél cerró los ojos, acaso se durmió al instante, o será sólo que el párpado, por la edad, se le ha caído. Anda tú, y por qué no cerraste la boca, parece que formaras parte de un coro debutante.
Y aquél de la mirada perdida ¿qué estará mirando? seguramente no tenía ganas de ser fotografiado, sí, siempre hay alguien así, inconforme y malhumorado.
Mira que mejor hubiera sido haber repetido la escena para que todos quedaran acomodados a complacencia, aunque, a decir verdad, quizá todos estén reflejando lo que llevan dentro; algunos habrán pecado, otro quizá, se sientan desconsolados; habrá también aquellos que están frustrados por no haber seguido en su viaje, y los menos… los menos, aunque no hubiesen sido invitados buscarían en cualquier rincón de la escena acomodarse.
La verdad, no importa mucho nuestra inconformidad por la prestancia, más valdría no tener en el alma la arrogancia, que la vanidad hoy día, ya no es bien vista por nadie.
Yo tengo algo qué decir si me lo permiten; adelante hermano, adelante; para mí sí es una hermosa fotografía, porque gordos, flacos, arrugados, calvos, somnolientos o frustrados, todos, todos estamos ahí, tan juntos, tan cercanos, como buenos hermanos.
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