La integridad es un pilar de la fiscalización superior: vigila la correcta gestión de los asuntos públicos, de acuerdo con el interés general y procura el bienestar de la población. Por ello, es un elemento indispensable para el correcto funcionamiento de la democracia, ya que ayuda a preservar la credibilidad de las instituciones y la confianza ciudadana hacia ellas.
En las últimas décadas, la comunidad internacional ha promovido con gran interés este tema, a través de distintas acciones, como evidencian las metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 16 “Paz, justicia e instituciones sólidas”, que contempla la reducción de la corrupción y el soborno para garantizar la existencia de instituciones públicas eficaces e inclusivas, que rindan cuentas y eviten la arbitrariedad y el abuso del poder, y otras iniciativas promovidas por el Banco Mundial, la OCDE y la Alliance for the Integrity (Alianza por la integridad) por mencionar algunas.
La integridad también es fundamental para las entidades de Fiscalización Superior, ya que son instituciones que, por su rol en el proceso de rendición de cuentas, generan altas expectativas y deben ganarse la confianza de las entidades auditadas, el Poder Legislativo y la ciudadanía en general. La ISSAI 130, el Código de Ética de la INTOSAI, apunta claramente que las EFS deben actuar como organizaciones modelo.
Como lo he explicado en otras ocasiones en este espacio, la meta de la fiscalización superior es influir en la gobernanza y contribuir a la mejor rendición de cuentas. Por ello, las EFS deben realizar su trabajo cotidiano de manera meticulosa, objetiva, profesional e íntegra.
Uno de los instrumentos más útiles a disposición de las EFS en este ámbito es la Herramienta para la Autoevaluación de la Integridad (IntoSAINT/SAINT ). Esta metodología, diseñada por el Tribunal de Cuentas de los Países Bajos, en colaboración con el Ministerio del Interior de ese país y la Oficina de Integridad de la ciudad de Ámsterdam, estaba dirigida originalmente al sector público y posteriormente fue adaptada para aplicarse en la EFS y, desde 2010, es utilizada por las EFS de INTOSAI y sus organizaciones regionales, como OLACEFS y OCCEFS.
Esta herramienta permite a las EFS, y a cualquier institución del sector público, analizar riesgos con un enfoque en integridad y evaluar la madurez de sus sistemas de control e identificar medidas que fortalezcan la gestión de la integridad institucional. Acorde con la metodología, es el propio personal de la EFS quien evalúa, identifica las brechas de integridad y ejecuta las recomendaciones, por lo que la herramienta tiene una gran dependencia de lo presencial y es necesario establecer un ambiente seguro y propicio para discutir sobre los riesgos de integridad que presenta la entidad de que se trate.
Debido a ello, desde el inicio de la pandemia la aplicaciòn de la herramienta IntoSAINT es limitado, por las restricciones de movilidad y reunión impuestas por la pandemia de COVID-19, en México y el Mundo.
Consciente de la relevancia de la metodología y de los desafíos que ha impuesto la crisis sanitaria, la Auditoría Superior de la Federación, como presidencia de la Fuerza de Trabajo de IntoSAINT del CBC de INTOSAI, ha propuesto la modernización y adaptación de la herramienta a la “nueva normalidad” para reducir su dependencia de lo presencial y adaptarla a una modalidad virtual, gracias al uso de las TICS.
Para lograr esta transición, la ASF trabaja en estrecha colaboración con las EFS integrantes de la fuerza de trabajo de IntoSAINT, para encontrar las mejores vías para incrementar la resiliencia de la metodología, aprovechar todos los beneficios que ofrece para fortalecer la integridad institucional y cumplir cabalmente con los fines últimos de la fiscalizacións superior.

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