Es común tener uno o varios personajes históricos cuya forma de pensar y logros admiramos. Esto incluye también a los autores de libros, quienes nos cautivan con la claridad en que exponen sus ideas. Sus pensamientos con frecuencia resuenan en nuestra mente, convirtiéndose en parte de nuestras reflexiones que dan forma y sentido a nuestra propia realidad.

Leonardo Mlodinow, es un físico matemático, estadounidense y es conocido por su habilidad de explicar conceptos científicos en sus libros de modo accesible y fácil de asimilar. Tiene una larga trayectoria profesional, misma que lo distingue por combinar ciencia y filosofía en sus escritos. Su carrera abarca la física teórica hasta la divulgación científica. Ha demostrado una profunda capacidad para estudiar los límites del conocimiento humano.

Hace algún tiempo, el título de una de sus obras “Las lagartijas no se hacen preguntas”, despertó mi curiosidad. Aunque ya había leído a Mlodinow en uno de sus libros junto a Stephen Hawking, -otro de mis autores favoritos-, en realidad no había llegado a apreciar lo fascinante de sus publicaciones, probablemente porque mi atención estaba más centrada en Hawking.

Es extraordinaria la manera en que el científico Mlodinow desglosa conceptos de forma sencilla y directa, logrando conectar dos mundos aparentemente opuestos, la ciencia y la filosofía. Ambas realidades, tomadas en conjunto, nos permiten tener una comprensión más profunda de nuestra existencia.

El autor reflexiona que, para entender la ciencia, también es importante conocer la historia de los humanos, los propios orígenes biológicos. Desde que comenzamos a caminar erguidos, nuestra mente no solo exploró el mundo a través de los sentidos, sino también mediante el pensamiento. El cerebro humano se convirtió en una herramienta poderosa, diseñada para garantizar la propia supervivencia. La transformación que experimentamos como especie, se refleja en nuestra capacidad para pensar, cuestionar, y razonar.

Antiguamente, las ideas sobre nuestros orígenes eran variadas y fragmentadas; sin embargo, se le atribuye al filósofo Anaximandro, una reflexión temprana sobre la evolución de los seres vivos. La comprensión actual, comenzó en el siglo XIX, principalmente por Charles Darwin quien en su obra “El origen de las especies”, estableció la base científica para entender la teoría de la evolución mediante “la selección natural”.

De tal manera que, si bien las primeras reflexiones sobre la evolución surgieron con figuras cono Anaximandro, fue con la ayuda de los antiguos filósofos cuando se sentaron las bases de la observación y la lógica, elementos fundamentales para el desarrollo posterior del conocimiento científico.

Los llamados filósofos presocráticos, al introducir métodos de observación, razonamiento lógico y búsqueda de principios que rigen la naturaleza, dieron los primeros pasos hacia una comprensión más objetiva del mundo. Por ejemplo, Tales de Mileto buscó explicaciones racionales para los sucesos naturales que ocurrían en el mundo, mientras que Pitágoras, por su parte fundo la escuela filosófica en la que combinaba matemáticas, filosofía y religión. Su enfoque en las matemáticas fue clave para entender el Universo.

Volviendo con la metáfora de las lagartijas, existen hace más de 200 millones de años, mucho antes que nosotros; sin embargo, la gran diferencia radica en que su evolución consistió en su capacidad de adaptación en ambientes complejos y hostiles, la nuestra fue a través de nuestro deseo incesante de conocer y comprender el mundo. Esta no fue una coincidencia, sino una adaptación indispensable que nos ha permitido no solo sobrevivir, sino también progresar en un mundo variable y complicado.  Las lagartijas, nos dice Leonardo Mlodinow no cuestionan su situación, nosotros sí, porque tenemos la capacidad de combinar el instinto con la razón, permitiéndonos, especialmente, hacernos preguntas sobre nuestro entorno.

El razonamiento eficiente en nuestra vida diaria, donde pensar, cuestionar y razonar, son elementos clave, no solo nos acerca a la verdad, sino que también nos permite adaptarnos e innovar frente a los desafíos de la vida. Al igual que los científicos que buscan nuevas respuestas a preguntas antiguas, nosotros también podemos replantearnos nuestras ideas y ajustarlas a un mundo en constante cambio. Aunque hemos avanzado mucho en nuestro conocimiento, es importante recordar que quien alguna vez pensó tener la verdad absoluta, hoy no la tiene.

¿Que tuvieron en común, los grandes personajes de la historia que contribuyeron significativamente al progreso del conocimiento humano? El elemento esencial que compartían todos ellos fue su capacidad creativa de imaginar, filosofar más allá de lo evidente, planteándose las preguntas correctas en el momento preciso. Poseían la inteligencia para analizar las dificultades con detenimiento y la capacidad de ver las cosas desde una perspectiva distinta. Esta visión les permitió desarrollar teorías revolucionarias, necesarias para interpretar diversas cuestiones sociales, científicas y morales de nuestro tiempo.

La razón y la curiosidad han sido por mucho tiempo pilares fundamentales para comprender nuestra humanidad. Dos caminos que convergen y nos llevan a la construcción de nuevas formas de avanzar en el conocimiento y en el de nuestra propia vida, permitiéndonos explorar el mundo de manera más profunda y significativa, a través de la unión de la ciencia y la filosofía. Como bien señala Leonardo Mlodinow; también desearía conocer las respuestas a todas las preguntas en mi lista. Él, como un científico reconocido, y yo, una lectora entusiasta de sus libros.

En esta ocasión, cito la frase de Albert Einstein, que dice: “El mundo que hemos creado es un producto de nuestro propio pensamiento. No se puede cambiar sin cambiar nuestra forma de pensar”. Lo dijo un científico, y su frase me parece un análisis filosófico que conmueve mis sentidos más profundos.