En lo personal, el columnista no cree mucho en las encuestas por diversos motivos, discutibles, respetables, aunque no necesariamente contundentes.

Hemos visto, por ejemplo, encuestas oficiales, que la gente tiene miedo de externar su rechazo a un régimen que no aprueba por diversos motivos, pero al momento de ser cuestionados dicen que están bien, contentos y más.

Los resultados, obviamente, difieren de lo que realmente piensa la gente; un ejemplo podríamos verlo si alguien hace una encuesta en un edificio de gobierno, donde ha habido situaciones no aceptadas por muchos: el resultado será favorable seguramente, aunque la gente piense distinto. Si usted hace una encuesta sobre un grupo político, y la gente lo identifica, seguramente le dará la razón “para no meterse en broncas”, y la decisión puede ser totalmente contraria a lo que dijo en la encuesta.

Es el pensar del columnista, insisto.

Y en los partidos políticos están haciendo encuestas para saber con quién estaría la gente en caso de elegir candidatos a alcalde o diputados locales. El resultado puede ser altamente interesante, e incluye a algunos miembros de un partido que han abandonado sus filas por la antidemocracia existente, el método autoritario o la falta de oportunidades a quienes las merecen, privilegiando a familiares y amigos, como sucedió el año pasado y que tuvo como resultado un estrepitoso resultado para el PRI.

Siempre hemos pensado que el hecho de ser de una forma en una corriente política no hace que nuestros hijos sean igual, y no tendría por que ser hereditaria la carga de cargos –huesos- que hace el ex invencible y que le llevó a la derrota.

Morena se prepara para dar la lucha y quiere ser la primera fuerza política, y créame, no está lejos de conseguirlo por los acontecimientos que nos han afectado y de los que la gente tiene coraje, recelo, sentimiento y más en contra de quienes estaban y quienes están.

En ese maremágnum hay figuras positivas y no tanto, desde la óptica de cada uno de nosotros. Uno de ellos es, sin duda alguna, Eduardo Gattás, quien durante toda su trayectoria política caminó identificado con un grupo que encabezaron los Cárdenas González por años. Lalo, propietario de un importante capital político decidió hacer la lucha en otra parte, y hoy es uno de los aspirantes a la candidatura para alcalde de Victoria por Morena que, a decir de muchos, tiene en Andrés Manuel López Obrador a su principal rival.

Pero Gattás ha labrado una buena trayectoria, en base a mucho pero mucho trabajo político y social: se le conoce en prácticamente todo el municipio y más allá, y una de sus grandes fortalezas es la honestidad con que se ha conducido.

El conocimiento político, la juventud y entusiasmo lo conocemos todos, y Eduardo busca ser el próximo alcalde, para lo que tiene que sortear el proceso interno que está por realizarse.

Seguramente, si Morena quiere llevar buenos resultados a su pastor, tendrá necesariamente que buscar personajes con honorabilidad y trayectoria, sacar lo mejor de sus agremiados,  hoy, apartidistas, considerando que muchos vienen de ser vilipendiados por un PRI en decadencia o un PAN que no ha alcanzado a comprender qué es lo que significa hacer las cosas.

Independientemente de la filiación política, la gente ahora busca quien pueda ser buen alcalde o diputado: ya las siglas como que pasaron a segundo término, y eso ayuda a Gattás, porque los años le han permitido amasar un incalculable recurso político que, de contender por Morena, será un muy buen elemento para apoyar la candidatura de López Obrador, y seguramente le allegará una muy buena cantidad de votos.

¿Otros? Los hay, y tienen sus amigos, grupos y preferencias. Seguramente será un proceso mucho muy interesante.

 

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