¿A dónde vas mirada mía? ¿Por qué te pierdes en el horizonte de la nada? Acaso eres el reflejo de un alma, que de tanta impaciencia está cansada de mirar al espacio infinito que existe entre la confusión de un te amo y de un te necesito; por qué la intensidad de la luz que emerge del pensamiento en forma de palabras no llega a iluminar el largo recorrido que hay para alcanzar un saludable abrazo, un beso paternal, de una caricia pura nacida de un corazón que por haber amado tanto, esta contrito apegado a la voluntad divina, sin excusa ni pretexto para conciliar la armonía del espíritu y el cuerpo material, que en ocasiones predomina.
Hoy me hago acompañar del sufrimiento que me infringe la impotencia de no tener alas para volar como el ave que, ansiosa busca un mejor lugar para vivir con plena calidad, mientras se aleja el mal tiempo que distorsiona del motivo real de la existencia.
Te pido abraces la paciencia, porque tarde o temprano, habrá de llegar el alivio de tanto mal que te aqueja, al sentir el peso de la soledad que nubla la conciencia. Hoy mi espíritu te irá a buscar, porque recibió el lamento del llamado de una discreta lágrima que rodó por la tersa piel de tus mejillas, al sentir la orfandad del vació de tenerlo todo, por la falta de lo esencial.
Aléjate del trato radical que endurece el semblante angelical que endulzó tu vida alguna vez, aléjate del mal que te asecha con frecuencia, y que busca vencer el bien de lo que en forma natural, te fue obsequiado para vencer toda resistencia que te impida amar como el Hijo del hombre te ha enseñado.
Acércate al que nunca te ha negado, al que sembró la semilla del amor en el corazón, al que siempre te ha hablado con la verdad y que te ha perdonado, a Cristo Jesús el cordero de Dios sacrificado, que murió por nosotros en la Cruz para darnos la oportunidad de tener una vida nueva.
¿A dónde vas mirada mía? Al encuentro con la luz que me da la vida y la alegría, a la luz del mundo, del maestro, del divino guía que me acompaña noche y día.
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