En ese desgarramiento de vestiduras en que se ha convertido la destitución de Santiago Nieto como titular de la FEPADE, no he observado que alguien se haya percatado de que esa historia tiene una y mil versiones antecesoras.
La única diferencia de este caso con otros similares del pasado, es que se rompió una vieja regla de la liturgia política: Los altos funcionarios nunca son cesados, sino “renuncian”.
Todos conocemos la añeja frase que reza “en este país nadie renuncia”, pero también todos hacemos como que creemos en esa decisión “voluntaria” y quienes se van salen hasta con aplausos por la puerta de enfrente.
Con ese maquillaje, quienes se van o se han ido son o fueron salvados en su dignidad profesional y pública, por su disciplina siguen listos para otra encomienda y todos quedan o han quedado contentos.
Pero el abuso de poder se extralimitó en esta ocasión. Nieto no sólo no fue respetado, sino que fue exhibido y como respuesta cobró venganza. Y vaya que sacudió estructuras hasta la cúpula.
Nada hubiera sucedido si se hubiera repetido la histórica cortesía de la renuncia “por intereses personales y así convenir a mis intereses”. Pero el hubiera no existe y el error le está costando muy caro al gobierno federal. Ni llorar es bueno.
¿Tiene todo esto algo en lo que se relacione Tamaulipas?
Sí. Acaba de suceder.
Es un caso similar el de Santiago Nieto. Con otro nombre y con otro escenario, pero en condiciones paritarias.
Me refiero a la renuncia de la Magistrada Presidente del Tribunal Electoral de Tamaulipas, Marcia Laura Garza Robles, quien ayer confirmó esa decisión al Pleno de ese cuerpo colegiado. Por supuesto que afloraron dudas, versiones a favor y en contra, interpretaciones y hasta vulgares chismorreos en torno a este acontecimiento, pero al final de cuentas el seguimiento de esa vieja regla de urbanidad política se aplicó. Y por lo menos en apariencia –la excepción podría ser la propia Marcia Laura– todos felices.
En los hechos, la Presidente se fue en medio de efusivos reconocimientos de sus colegas y lo mismo sucedió con un grupo de colaboradores cercanos que le acompañaron en esa acción. Su dignidad profesional y su imagen social no tienen reproche alguno.
La receta fue sencilla: renunciaron. Aunque insistan en que este país, recapitulo, nadie renuncia.
Demonios, ¿por qué el gobierno federal rompió esa venerable regla?…
AQUÍ ESPANTAN…
Y al margen de lo señalado líneas arriba, otra lectura se trasluce de este reacomodo de fuerzas –porque esa es la definición correcta– en el terreno electoral del Estado.
El nuevo titular del Tribunal Electoral de Tamaulipas es, como usted ya debe saberlo, René Osiris Sánchez Rivas, quien ya se desempeñaba dentro de la misma institución como magistrado.
¿Quién es el nuevo Presidente?
Su trayectoria profesional no está a discusión, con un sólido perfil de jurista e investigador en el Derecho. No es esa la médula de su llegada, sino su filiación partidista.
Osiris tiene cuna en el establo del Partido de la Revolución Democrática, el cual lo impulsó precisamente para ingresar como Magistrado, después de fracasar en hacerlo Consejero Electoral en el Estado. El color amarillo domina a su alrededor.
Tal vez ese origen político sea para algunos –y con razón– una prueba de que el Tribunal es un cuerpo plural que no distingue entre colores y plataformas, pero en el escenario preelectoral nacional, en donde ya es cosa juzgada la alianza del PRD con Acción Nacional para buscar la Presidencia de la República, da la impresión de que ese bloque ya se trasminó a Tamaulipas.
Oscuro panorama tiene el Partido Revolucionario Institucional para las votaciones del 2018 en Tamaulipas. Un gobierno que lo tiene en la lista de sus enemigos y un Tribunal que lo quiere, pero en el fondo de las preferencias electorales.
Feliz Día de Muertos, señor PRI…
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