Hace unos días, asistí a la presentación de Elisa Carrillo en el Festival Internacional de la Danza: Danzatlán 2022. Se trató de la Gala “Elisa y Amigos”, que se presentó en el Teatro Morelos de Toluca. Ha sido uno de los espectáculos más bellos a los que he asistido en mucho tiempo.

Como se sabe, Carrillo es primera bailarina del Ballet Estatal de Berlín y la primera mexicana en hacerlo, lo que significa que es una de las más importantes representantes del joven talento artístico nacional que ponen en alto el nombre de México en el mundo.

Originaria de Texcoco, Elisa Carrillo es también la primera bailarina latinoamericana en ganar los tres premios más importantes de la danza a nivel mundial, otorgados por igual en Rusia: el “Prix Benoise de la Danse”, el “Alma de la Danza” y el del “Festival Dance Open” de San Petesburgo. Además de ello, es también miembro del Consejo Internacional de la Danza de la UNESCO, del Consejo Diplomacia Cultural en México, directora artística de la Fundación Sir Anton Dolin, co-directora artística de la Compañía Nacional de Danza en México y maestra de ballet avalada por el Ministerio de Cultura de Alemania y la John Canko Schule de Stuttgart.

Estudió en la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea del INBA, y en The English National Ballet School de Londres. De 1999 a 2007 formó parte del Stuttgart Ballet en Alemania, y a partir de 2007 se integró al Estatal de Berlín.

En 2018, nace por impulso e inspiración suya el Festival Internacional de la Danza “Danzatlán”, que este año se presentó en su quinta edición como la más importante plataforma de promoción y difusión de la danza en México a nivel internacional, y que por lo general se presenta de manera simultánea en los estados de México (Toluca, Texcoco), Puebla y Ciudad de México. Acaso podamos decir que, para dimensionar su relevancia mundial, el FID es a la danza lo que la FIL de Guadalajara es a los libros, en el sentido de que en ambos casos se trata de un acontecimiento que representa a México como país según el rubro de que se trate.

Además de la presentación de gala, el FID de este año contó con presentaciones de varios proyectos y coreografías, destacándose de manera notabilísima la del Bolero de Ravel con la magistral coreografía de Maurice Béjart.   En la participación protagónica de Carrillo, sobre un entarimado rodeado por 39 bailarines (todos hombres), Béjart acentuó la cabellera negra, lacia e hiperbrillante de Elisa, que parecía moverse con vida propia, como si fuera uno más de los bailarines que fueron incorporándose poco a poco hasta terminar bailando todos al ritmo de la prima ballerinamexicana.

Dentro de las bellas artes, la danza es acaso la que más fascinación me produce, sobre todo por tratarse de un género que podríamos denominar cinético, es decir, que se configura como manifestación estética del movimiento en acto, a diferencia por ejemplo de la pintura, que es un producto estático.  La belleza de los cuerpos y sus movimientos perfectos, al ritmo de música prodigiosa, es lo que para mí hace de la danza un arte efímero que expande el alma, pues lo que vemos es una suerte de esculturas que, más que espaciales, se dan en el tiempo, pero quedan grabadas en la memoria en éxtasis de quién las admira.

Hace unos días pude contemplar, como hace muchos años no había podido hacerlo, una secuencia extraordinaria, perfecta y bella de esculturas en el tiempo producidas desde México que me han confirmado en la convicción de que, entre otras cosas, somos una nación rebosante de talento, energía, belleza y juventud.

* Secretaria General de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión.