Me considero una persona con un alto sentido de la responsabilidad, de ahí que procuré siempre cumplir a cabalidad con todas mis obligaciones; seguramente adquirí ese valor en mi infancia, y fue mi madre quien me hablara de él por primera vez. Recuerdo que ella me decía que una persona responsable siempre tendría cabida en una sociedad donde se buscara hacer el bien a los demás; comentaba también, que el ser humano que cultivara ese valor, adquiere en automático otros valores como la honestidad y la justicia, y que todo ello redituaba en ser una persona digna de confianza.
Ella siempre ejemplificaba, de una manera muy sencilla, el hecho de ser responsable, decía que los padres tenían la responsabilidad de velar por el bienestar de la familia, y que los hijos deberíamos de adoptar los buenos principios que emanaban de ellos, después puntualizaba también en el hecho, de que en ausencia de los progenitores, los hermanos mayores deberían de hacerse responsables de la seguridad y el bienestar de los más pequeños, y así fue que mi madre me hiciera los primeros encargos para hacerme responsable, ya que debido a la difícil situación económica por la que pasábamos, ella tuvo que habilitarse como agente de ventas de una serie de productos, entre estos se encontraban máquinas de escribir, muebles para oficina y escuelas, alfombras , cortinas, baterías de cocina, etc. y cuando salía muy temprano de nuestro hogar, me encargaba el cuidado de mis hermanos y también el de nuestra casa; afortunadamente le aprendí muchas de las habilidades a mi madre, entre ellas: barrer, trapear, sacudir, planchar, lavar, tender camas, pegar un botón, bolear zapatos; así es que procuraba antes de irme a dormir, preparar los uniformes para mis hermanos, prepararles sus camas para que se durmieran temprano, y en ocasiones, dejar preparado también lo que iban a llevar en su lonchera; al parecer hacia bien “mi trabajo” porque mi madre me lo hacía saber y sentir, con halagos y caricias.
Había ciertas cosas que mi madre no quería que hiciera, entre ellas, que cocinara, seguro que con ello trataba de protegerme para evitar que sufriera algún accidente; pero yo me sentía tan motivado, que decía que podía hacer cualquier cosa, pero respetaba sus instrucciones, mas, uno de esos días en que se tardó en llegar, mis hermanos me pedían de comer, era tanta su insistencia que tuve que desobedecer las órdenes de mi progenitora, así es que me dispuse a preparar la comida, busqué en la alacena y encontré una lata de frijoles enteros, en el refrigerador había lechugas y zanahorias, así es que preparé una ensalada, y después me dispuse a preparar los frijoles, como mi madre me decía que era muy riesgoso poner a calentar un sartén con aceite, me dispuse mejor a poner una olla con agua y meter la lata cerrada en la misma para calentarlos, más me distraje haciendo otras cosas y se me olvidó que tenía en la estufa la lata de frijoles en baño maría. Lo recordé hasta que escuché un estruendo, y al ver como el humo de la cocina se desplazaba hacia el comedor y sala, saqué a mis hermanos de la casa, después corrí a apagar la estufa, abrí puertas y ventanas, y una vez pasado lo peor, me preocupé por hacer desaparecer el olor a frijoles quemados y a despegar estos del techo de la cocina; cuando llego nuestra madre, las evidencias de la catástrofe estaban por todos lados, entonces me llamó severamente la atención por desobedecerla y poner en riesgo a mis hermanos, me sentí sumamente consternado, al grado de que no pude contener el llanto y me fui a esconder a mi habitación, poco tiempo después llego mi madre y con voz suave trató de consolarme, yo sólo alcancé a decirle que quería darle una sorpresa y ella contestó: ¡y bien que me la diste!
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