¿Que fue lo que mantuvo al Partido Revolucionario Institucional en el poder nacional durante tantas décadas?
¿Fue el dinero?
¿Fue la debilidad de la oposición?
¿Tal vez fueron las complicidades generacionales?
En mi punto de vista, la respuesta está en otro factor: La disciplina.
Gracias a ese valor se sometían ambiciones, se relegaban impunemente cuadros valiosos para favorecer a oportunistas, se era capaz de esperar largo tiempo una candidatura o un puesto con la promesa de “ya te tocará” y se pagaban facturas políticas a personajes o grupos de trepadores a costa de quienes sí habían trabajado por la victoria, entre otras aberraciones.
Por la disciplina, ese Santo Grial del príato, todos soportaban imposiciones, todos guardaban silencio y todos obedecían sin chistar los designios superiores.
Y cuando esa joya de la corona se agrietó, cuando se rompió, como asienta una famosa canción todo se derrumbó.
Hoy en Tamaulipas surge una nueva muestra de esa debacle.
Apenas dos días atrás el PRI dio a conocer que en el Estado es un hecho para el 2022 una alianza circunstancial entre el tricolor, Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática, en la búsqueda de la gubernatura.
No lo dio a conocer su dirigente nacional, Alejandro Moreno; tampoco lo dio a conocer el líder estatal, Edgar Melhem Salinas, que por simple estructura eran y son los facultades e indicados para revelar una decisión de ese tamaño.
No. Lo hizo un presidente de un comité municipal: Roberto González Barba, en Tampico.
No le resto méritos a Roberto en su trayectoria pública dentro del priísmo ni importancia política al puerto, pero tampoco se le puede abonar a González Barba la autoridad para sacar al balcón una coalición que dado el objetivo que persigue, requería de una voz mucho más representativa que un líder de una sección local, o del papel que juega en el Estado una comunidad municipal.
¿Por qué el “destape” anticipado que tuteló Roberto?
En la percepciòn de su servidor, despejar esa duda deja al descubierto una respuesta posible y una consecuencia palpable.
La primera, la respuesta, es la ausencia ya galopante de precisamente esa disciplina que obligaba a callar hasta que la estructura cupular daba lo que llamaban “línea”.
La consecuencia es la ya declarada insubordinación de la añeja nomenclatura priísta que hoy está a punto de desaparecer y está dispuesta a lo que sea necesario, inclusive a la deslealtad, para no perderse en la oscuridad del olvido y por ende de las canonjías que brinda el ejercicio del poder.
Y en lo personal, me queda claro por qué fue González Barba quien adelantó los tiempos.
Roberto ha sido un puntal del PRI durante muchos años en Tampico. Tiene la suficiente solvencia política y dimension partidista para darle credibilidad a su anuncio. Difícilmente hubieran encontrado –Horacio Reyna en Victoria hubiera sido otra opción pero aún es muy joven– otro líder municipal que pudiera haber mecido la cuna como lo hizo el primero.
Y para terminar, queda como saldo otra pregunta quizás más inquietante.
¿Llegará esa indisciplina que toca los límites de la rebeldía, a tratar de meter mano en las dirigencias nacional y estatal en las cartas que se jugarán en el 2022?
Cuidado priístas, aún es tiempo de hacer un papel digno en ese año. Un motín a estas alturas tendría como en el tenis, sólo un desenlace:
La muerte súbita.
Como partido, desde luego…
LA FRASE DEL DÍA
“Los partidos políticos no mueren de muerte natural; se suicidan…”
José Enrique Rodó
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