Pero qué sueño el de anoche, del insistente manto de la oscuridad indeseada, que quiere siempre arroparme, para extraviarme del camino iluminado que me mantiene despierto y activo, surgió de manera inesperada, la luz brillante de una estrella que pensé que estaba apagada, que hace ahora preguntarme ¿a dónde se fue el peso que por tantos años de melancolía y tristeza, se fue acumulando en mis hombros, a doblar mis pies y mi cabeza, haciendo de mi cuerpo un pesado fardo de huesos y músculos desgastados difícil de cargar?
¿A dónde se fue el espectro amenazante y grosero, que se burlaba frecuentemente de mi linaje de buen caballero, capaz de derrotar hasta la misma sombra de lo que me estaba ya convirtiendo?
¡Oh, brillante estrella! que aquel divino ser todopoderoso, que no se ve, pero se siente, y siempre deja huella en el corazón del hombre que cree en Él, pero que titubea cuando la fe parece haber perdido, por no creer en sí mismo.
Pero qué sueño el de anoche, que a pasar de sentir mi fuerza languidecer, ante el enemigo arrogante que me quiere despojar de tan fuerte armadura de ánimo estimulante, que me da el poder de surgir ante lo que pareciera una batalla perdida, y pone en mi mano la poderosa espada de la justicia, para vencer a quienes con la vileza de sus palabras y falso proceder, quieren convencer de que ellos salieron victoriosos en la contienda, por el poder de poder.
Pero qué hermoso despertar con la certeza de saber, que nadie me podrá vencer, cuando la luz y el poder de Aquel que es el camino, la verdad y la vida me ofrece su amor incondicional para encontrar la paz concebida en mi alma que por temor se encontraba escondida.
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