El que camina por la vereda de la ilusión, aunque camine descalzo sobre piedras filosas, sentirá estar pisando sobre nubes vaporosas, porque su corazón es el faro que ilumina el camino y despejará la bruma que la mente le impone para tropezar cuando construye su destino; y siendo el peso espiritual liviano, este podrá llegar flotando a donde el viento lo lleve, pues Aquel que lo ha creado, sabe lo que anda buscando, por eso, el que busca encuentra, porque no hace su propia voluntad sino la de la divinidad que lo guía.
Si cuando emprendiste el camino sentías que una fuerza que no puede ser descrita, te impulsa, en Dios confía y aunque la noche te parezca fría, no lo será tanto que haga padecer tal quebranto, que te haga pensar en renunciar al motivo de la misión que te ha encomendado el Hijo del hombre que te ama tanto.
Si en el camino encuentras un sinfín de obstáculos para alcanzar tus metas, no se te olvide que muchos podrán presumir de vastos conocimientos, pero no de sabiduría, es más significativo para quien te ha creado, el hecho de tener un corazón misericordioso, porque éste sabrá distinguir la diferencia entre la vanidosa egolatría y la humildad de un ser bondadoso.
“Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama a la puerta se le abrirá” (Mt. 7:8)
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