La Filosofía es una de las herramientas más útiles, cuando se trata de comprender conceptos como democracia, totalitarismo, populismo, libertad o justicia y otros más, nos brinda la posibilidad de comprender una determinada opinión desde sus raíces, evitando caer en interpretaciones superfluas o erróneas. Nos obliga a reflexionar mas allá de lo evidente. Los movimientos políticos, las ideologías no nacen de la nada, detrás de su origen hay toda una historia – digna de investigar – que le dieron propósito e influyeron en su desarrollo.
Los personajes que han impulsado cambios significativos en el mundo, antes, profundizaron en sus ideas con la finalidad de darle sentido y dirección a sus acciones. De esta manera podemos exponer el tema del populismo, no solo como un estilo de gobierno, sino que tiene sus raíces en el pensamiento filosófico sobre el poder, la relación entre un líder y el pueblo y la desconfianza en las élites.
Ernesto Laclau, experto en el estudio del populismo, lo definió como un fenómeno político legítimo y necesario en democracia. Esto para borrar la idea de verlo como una distorsión del sistema político. Afirmó: no es de izquierda ni de derecha, sino una forma de hacer política basada en la confrontación.
El origen del populismo contemporáneo se remonta al filósofo alemán Hegel, su pensamiento se basaba en la idea de un pueblo unificado bajo una voluntad colectiva. En su obra “El espíritu del pueblo” refería que el Estado no solo administra, sino que representa la esencia del pueblo. Aunque Hegel no hablaba de populismo, si planteó la relación entre el líder y su pueblo, un líder encarna el destino de su época, reiteró. Es decir, la historia avanza por medio de conflictos y transformaciones inevitables, en este contexto, hay ciertos personajes que no solo participan en ella, sino que la encarnan y la dirigen. Por poner un ejemplo, para Hegel Napoleón no solo fue un gobernante, sino lo veía como la encarnación del “espíritu del mundo” en ese momento, ya que era la síntesis entre el cambio social promovido por la Revolución y la necesidad de orden y estabilidad. Un líder que consolidó los avances de la Revolución Francesa, pero al mismo tiempo retrocedió y terminó en una estructura imperial. También podemos encontrar referencias en diferentes épocas. Lideres como Julio Cesar, Lutero, entre otros, fueron figuras que marcaron rumbo y significado en su tiempo.
De esta manera, podemos apreciar que en el escenario hegeliano lo que se podría vincular al populismo es la unidad del pueblo basada en una identidad común compuesta de su historia, costumbres y creencias. Esta identidad colectiva es lo que une al pueblo y lo hace distinto a otros. La función del líder es encarnar en momentos claves de la historia y guiarlo, pero no es el único que tiene el poder o la razón absoluta. En este sentido, el populismo puede interpretarse de dos formas: como un modelo donde el pueblo mantiene el poder y el líder solo lo representa, o como un fenómeno en el que el líder termina adueñándose de la voluntad popular para afianzarse en el poder.
Tiempo después, con las ideas totalitarias del siglo XX, el populismo toma ciertos elementos del pensamiento hegeliano y se reinterpreta de diferentes formas. En este proceso, surge un patrón claro compuesto por tres elementos clave: primero, la idea de un pueblo homogéneo -aunque no sea así, el discurso populista lo construye como si lo fuera-; segundo, la necesidad de un líder fuerte, que se presenta como su único representante legítimo; y, tercero, la existencia de un enemigo, real o ficticio al que debe combatir, ya sean élites, opositores, inmigrantes, u otros grupos considerados opositores.
Históricamente tenemos algunos ejemplos, en el Marxismo y Comunismo, Marx y Engels con la idea central en la lucha de clases, que se traduce en la dictadura del proletariado y un líder que se erige como la voz legitima del pueblo, donde el enemigo a vencer es la burguesía y las elites capitalistas. En el Fascismo, el Estado, considerado como máximo organizador de la sociedad, exalta el nacionalismo, imponiéndole una identidad colectiva por encima de cualquier diferencia política, social o cultural; incluso, reprimiéndola si se considera una amenaza para la unidad nacional. El enemigo por combatir son las democracias liberales o influencias externas que debilitan el Estado-nación. El Nazismo se manifestó como la idea principal de una identidad del pueblo centrada en la raza aria. El adversario, los judíos, comunistas, opositores al sistema y cualquier grupo que amenace la pureza del pueblo.
En la actualidad, el populismo no representa una ideología determinada a diferencia del socialismo, el comunismo, el capitalismo, el liberalismo, y otras más, Más que una doctrina política, el populismo es un estilo de hacer política, o una estrategia de poder que puede adaptarse a diferentes caminos ideológicos de derecha o izquierda.
Entonces, el populismo de izquierda se centra en la lucha contra las elites económicas, la corrupción y la distribución de la riqueza y la defensa de minorías o comunidades excluidas. Por su parte, el populismo de derecha enfoca su discurso contra las elites, la burocracia, la inmigración, corrupción, grupos específicos o la globalización, y puede combinarse con una amplia gama de factores de diferente naturaleza. Además, el populismo puede adaptarse a distintos modelos económicos, esto dependerá del momento en que atraviesa un país. No responde a una teoría política definida, más bien se orienta a la movilización de masas en donde se construye o se consolida el poder.
Sin lugar a duda el populismo ha experimentado una fuerte expansión en el mundo, manifestándose en diferentes formas y entornos políticos. Los factores que han contribuido, según diversos estudios son: la desigualdad económica, la percepción de corrupción en las elites políticas y una desconfianza generalizada en los políticos y las instituciones públicas, aun cuando en ocasiones estas afirmaciones no estén bien sustentadas.
El hastío de amplios sectores de la sociedad ha sido una de las principales razones para que el pueblo deposite sus esperanzas en líderes, partidos o ideologías que prometen transformar de manera extraordinaria el destino de una nación. Sin embargo, cuando pasa el tiempo y los cambios prometidos no llegan, el populismo se convierte en una táctica para mantener el poder más que en un cambio real.
Aquí surge la pregunta y queda abierta a la reflexión ¿Es el populismo realmente una solución a los problemas que enfrenta una nación, o simplemente una estrategia sutil para manipular las emociones y esperanzas del pueblo con el fin de alcanzar el poder? La respuesta no está en una única verdad, sino en la manera que cada uno de nosotros analice sobre lo que significó el populismo en la historia, y lo que significa en nuestro tiempo.