En el corazón de la polÃtica resuena una cuestión eterna: ¿qué es un buen gobernante? Desde tiempos antiguos, la humanidad ha buscado una figura ideal que encarne el saber, la justicia y el liderazgo. Sin embargo, la realidad de la polÃtica es a menudo una sombra distorsionada de ese ideal. Platón, en su diálogo El PolÃtico, explora esta tensión entre lo que la polÃtica deberÃa ser y lo que tristemente suele ser. Hoy, el mundo enfrenta una desconexión profunda entre las expectativas de los ciudadanos y las acciones de sus gobernantes, lo que nos lleva a revisitar a Platón para indagar en los fundamentos filosóficos del buen gobierno.
En El PolÃtico, Platón nos presenta un diálogo entre Sócrates y el extranjero de Elea, quienes intentan definir qué es un polÃtico verdadero. La clave de su reflexión es la diferencia entre los gobernantes que simplemente detentan el poder y aquellos que lo ejercen con sabidurÃa. Para Platón, un verdadero polÃtico es aquel que, como un tejedor de la sociedad, entrelaza los diferentes elementos de la misma en una estructura armónica. No es alguien que busca su propio interés o el de un grupo especÃfico, sino el bienestar de toda la comunidad, guiado por la ciencia del gobierno, que es comparable al arte de tejer.
Platón va más allá de la mera definición de un polÃtico y critica duramente las formas corruptas de gobierno que son comunes en las ciudades-estado de su tiempo. Para él, el polÃtico no debe ser confundido con el sofista, ese individuo que, con bellas palabras y retórica vacÃa, manipula a las masas sin verdadero conocimiento o intención de gobernar correctamente. El sofista, en su afán de poder, se adhiere a lo que es popular en lugar de lo que es justo o bueno, lo cual lo distancia del verdadero estadista, que conoce el arte de gobernar, no como una técnica de manipulación, sino como un servicio al bien común.
El diálogo también sugiere que el verdadero polÃtico es aquel que tiene conocimiento del “tiempo adecuado” para cada acción y decisión. Al igual que un tejedor sabe cuándo cruzar los hilos para formar un tejido, el gobernante sabio debe conocer el momento propicio para legislar, castigar o dirigir a su pueblo. Este conocimiento no proviene de un instinto o un simple sentido práctico, sino de un profundo entendimiento de la naturaleza humana y las circunstancias polÃticas.
Hoy en dÃa, el ideal platónico del polÃtico parece más lejano que nunca. Las democracias modernas, plagadas de intereses particulares, agendas partidistas y una sobreexposición mediática, han producido una generación de lÃderes que, en muchos casos, parecen más cercanos a los sofistas que Platón criticaba que a los verdaderos polÃticos que proponÃa. Los lÃderes de hoy, con frecuencia, recurren a la manipulación emocional, la polarización y la superficialidad en lugar de a la sabidurÃa y el conocimiento que, según Platón, deberÃan guiar el ejercicio del poder. La polÃtica se ha convertido en un espectáculo de retórica, donde lo que importa no es la verdad ni el bien común, sino ganar elecciones o mantener una imagen favorable ante la opinión pública.
La situación global, con una polÃtica polarizada, corrupción, populismo y desinformación, parece una prueba del fracaso de los ideales platónicos en el mundo moderno. Sin embargo, la relevancia de sus ideas no ha disminuido; más bien, su ausencia se hace más evidente. El mundo no carece de polÃticos, sino de polÃticos verdaderos, de esos tejedores que entienden que gobernar es un arte que debe guiarse por el conocimiento y el bien de la sociedad en su conjunto. Platón nos invita a reconsiderar qué esperamos de nuestros lÃderes y si las estructuras actuales permiten que surjan los gobernantes sabios que la sociedad necesita.
Al reflexionar sobre El PolÃtico y la actualidad, surge una pregunta inevitable: ¿es posible en el sistema polÃtico actual producir lÃderes que encarnen este ideal? Platón nos deja con una advertencia: sin un verdadero conocimiento de la polÃtica, sin un entendimiento profundo de la justicia y el bien común, los gobernantes serán siempre sofistas, conduciendo a la sociedad al caos. Quizás sea momento de retornar a la filosofÃa y replantearnos qué significa realmente gobernar, si aspiramos a construir un mundo más justo y próspero.