¿A dónde van mis pasos? ¿A dónde, mis pasamientos? A descansar no creo, porque no dejo de caminar y no dejo de pensar; ambos lo sabrán, pero no me lo quieren decir, como si fuera yo un desconocido al que no le tuvieran confianza; todo ese sigilo me pone a la defensiva y me hace caer en la desesperanza, porque cuando el trabajo no es de equipo, reina la desarmonía y temprano llega el hastío.
¿A dónde se han ido los amigos, que no los veo? ¿A dónde los recuerdos gratos? Por qué ahora hemos de estar más pendientes de aquello que tanto molesta, que inquieta, que tanto decepciona, que nos hace apurar el paso para ir a no sé donde, para no encontrar nada grato, porque lo bueno se esconde.
¿A dónde va mi tiempo, que no parece ser medido por las horas? ¿A dónde los felices días? ¿A dónde las risas, los abrazos y los buenos planes, de esos días que parecían tan largos y nos hacían esperar con ansia, cuando el plazo se cumplía?
¿A dónde se fue la pasión, cuya fuerza semejaba un fuego abrazador, que consumía toda nuestra energía, cada vez que nuestras miradas se cruzaban, imaginando ilusionados el resplandor que iluminaba el cielo, cuando se está realmente enamorado?
Los pasos, los pensamientos, los amigos, los recuerdos, las horas de nuestro amado tiempo, todos los felices días llenos de risas, de abrazos, de buenos planes, nuestra pasión sin medida y la espera ansiosa para volver a vernos, ahora se han fundido a nuestros cuerpos y buscan ir aún más lejos, al encuentro de la felicidad plena, que solamente se puede encontrar en un espíritu enamorado que es tan inmenso, que le sobra espacio, que no tiene tiempo, porque es eterno; vamos pues, al verdadero paraíso.

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