Sucede en la vida que uno cosecha lo que siembra, y eso lo saben los hombres del campo mucho más que los citadinos.
Este domingo se suscitó un hecho triste, deprimente, sobre todo, por la calidad de uno de sus protagonistas. Relata con mucho tino un cibernauta que fue a ver a Yuri, la jarochita que canta como los verdaderos ángeles, y encontró en el camino a un tipo de camisa blanca con logotipos conocidos, acompañado con dos sillas de ruedas de sus padres; el papá, un conocidísimo victorense, forjador de muchas generaciones de normalistas y una persona cuyos valores humanos salen a flote. El profe siempre fue muy querido por sus dotes y virtudes, por su honradez y honorabilidad, por su forma de hacer bien las cosas.
El hijo, le salió malo.
Completaban el cuadro tres personas a las que su apariencia prepotente y contumaz describió el cibernauta como guaruras, es decir, guardias pagados por una administración que únicamente para eso ha funcionado cabalmente.
Otra persona desconocida invitaba a los paseantes a la Feria, el evento de todos: “pase a saludar al alcalde” … Nadie se animó.
Cuando se dice “nadie” es porque ninguna persona quiso estrechar la mano de quien traicionó la confianza de miles de victorenses y nos dejó con un palmo de narices en cuanto a cumplir la administración de servicios públicos se trata. No nos cumplió cuando dijo que él arreglaría el problema del agua más fácil que nadie, y que por eso habría que votar por él.
Tampoco cumplió cuando se tomó aquella famosa y ridícula- fotografía pateando un parquímetro y prometiendo que los quitaría todos: lo único que hizo que dejarlos en ciertas calles, dificultar el tránsito de la calle Hidalgo y perjudicar, tanto a la compañía prestadora del servicio como a los victorenses.
Aquel personaje que, amparado en la honorabilidad familiar salió a la capital del país y se hizo médico, para regresar con ciertas dudas profesionales que aún persisten en algunos de sus pacientes. El hombre que dijo ser lo que parece que no es, y dijo atender lo que no sabe atender.
Ha de ser muy triste salir a la feria de tu ciudad natal, la que además, hoy administras, y que nadie te quiera saludar. Cuenta el cibernauta que observó detenidamente a varias personas que lo veían con coraje, con rencor, podría decirse que algunos manifestaron sentimientos de odio hacia el sujeto que, entre murmuro y murmuro, recibió los calificativos más poco honorables que pueda haber en alguien que se prometió a sí mismo servir mas no servirse. Alguien que dijo atendería a las necesidades de todos y se dedicó a bailar en festivales, denostar a los periodistas que hablan de sus nulas acciones, y a aparecer en eventos que nada tienen que ver con su labor. Últimamente se le vio golpeando la Puerta Mariana del Palacio Nacional, cuando en su práctica cotidiana difícilmente autoriza las audiencias.
Se convirtió en un sembrador de odios, de corajes y rencores, de reclamos cotidianos en medios de información, en redes sociales, y en cada calle que conforma nuestra agobiada capital de Tamaulipas.
Este domingo, mientras la jarocha Yuri deleitaba a los victorenses, en medio de la oscuridad de la noche, se le vio acompañado de dos personas y sus guardias, porque tienen que estar ahí, ya que de ello cobran su salario, mas no por gusto de hacerlo.
Ha de ser muy difícil meterse a una actividad como la política sin conocerla, sin haberla practicado, traicionar a su partido político y decirse independiente, para luego traicionar a sus seguidores y entregar su voluntad a otra causa, sin saber responder con dignidad y decoro, menos con honestidad.
Ha de ser difícil haber llegado creyéndose honorable y que sus seguidores se hayan dado cuenta de la forma indiscriminada de incrementar presupuestos familiares y personales. Ha de ser difícil querer levantar buena cosecha, cuando lo único que se ha sembrado es cizaña, trampa, malos manejos y poca credibilidad.
Por eso, este domingo nadie quiso estrechar esa mano que les falló, y que aún y todo, quiere seguir siendo el popular de siempre. Difícil ha de ser, sin duda.

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