Muy temprano por la mañana, antes de que salga el sol, cae el agua sobre el jardín de las ideas extraviadas, y empiezan éstas a surgir como excelsos botones de hermosas flores que, calladamente, me reclaman que despierte del sueño que debería haber dejado pegado en la almohada de la cama, para que surja el milagro que reclama la creatividad de la expresión literaria, que se hermana con el sentir del corazón palpitante del poeta que surge de la nada.

Vamos, dijo la voz interior procedente del espíritu inquieto, toma en tu mano la red tejida con la esmerada ilusión, para que atrape la inspiración que parecía perdida o lejana, en inconciencia de la restringida imaginación; vamos, pega cada letra hasta formar palabras y de éstas habrá de surgir una hermosa oración, que podría ser una alabanza para el arquitecto de la creación.

Muy temprano por la mañana, cuando la luz llega a mis ojos, despierta la ebullición que nace del corazón y lleno de sincera emoción, pide perdón a Dios Nuestro Señor por cualquier omisión de gratitud, por haber desestimado la oportunidad de volver a nacer a un nuevo día que nos ofrece cada mañana.

Agua que cae sobre el jardín de mis ideas tempranas, sean de amor las siempre vivas palabras, para que sanen los cuerpos y las almas hermanas, que sufren el desamor por abandono y olvido, que han perdido su fe y toda esperanza; que tengan de nuevo confianza, que escuchen y vean, que sientan el poder de estas humildes palabras, que Aquél, para el que no hay imposibles, ha escuchado la voz del doliente que clama su ayuda, misericordia y perdón.

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