La misa dominical debe de iluminar cada día de la semana para el creyente. Debe de ser criterio para el diario vivir.

Este domingo, el texto evangélico, Mc. 2:23-3,6, presenta el cumplimiento de la ley que mantiene en tensión a unos respecto de otros; se juzga la vida de los demás a partir de los que cumplen o no, según las leyes vigentes y los criterios humanos que las animan.

Se ha perdido de vista la ley fundamental basada en el amor evangélico, dejándose llevar por la inercia de las normas que rigen el comportamiento moral y la ética de las acciones. No se atreven a romper con “el sábado”, sinónimo de responsabilidad, reduciendo su amplio significado al tiempo preciso y al cumplimiento de los preceptos. Tal vez preocupa que el “día del Señor” se extienda a los demás días de la semana, y así, a toda la vida, exigiendo más y descubriendo de paso que la ley se hizo para el hombre. El hombre es más que el sábado/domingo y que cualquier día en especial.

¿Qué es lo que está permitido? ¿Dejar que el hombre siga con la mano tullida, atado de manos a la ley, o restablecer su dignidad y libertad? Cuando Jesús lanzó esa pregunta a sus detractores, buscaba una respuesta distinta que no partiera de lo establecido: “lo que no está permitido”.

Se presenta un nuevo paradigma: por un lado, están las leyes oficiales que no permiten ciertas cosas; por el otro, la nueva ley del amor que traza un camino inverso: el juicio no va dirigido al transgresor, sino al que se presenta como “juez”. ¿Qué está permitido?, o mejor aún, ¿qué te permites hacer en sábado por el otro? Pregunta que insta a un cambio de actitudes y de mentalidad: perdonar, curar, escuchar, ayudar al necesitado, trabajar por el bien de otros, pronunciarse a favor de alguien, detenerse en el camino para auxiliar a los despojados, antes que cumplir con los preceptos de la ley y con la tradición. ¿Hacer el bien o el mal?

Se puede orar con palabras de la oración de la misa dominical: “Señor Dios, cuya providencia no se equivoca en sus designios, te rogamos humildemente que apartes de nosotros todo lo que pueda causarnos algún daño y nos concedas lo que pueda sernos de provecho”.

Que el amor y la alegría del buen Padre Dios permanezca siempre con ustedes.