Luego de la jornada electoral viene el recuento, la evaluación, la protesta, el defender uno a uno los votos alcanzados… y la declaración de victoria o de derrota.

Es la parte que todos los partidos y contrincantes deben entender, y someterse al juicio popular, aunque éste haya dado ya su decisión unánime a través del voto que, pudiendo o no gustarnos, siempre y cuando venga de la gran mayoría o de una mayoría mínima, es tan respetable y se debe defender con todo lo que hay dentro de la ley, o en otras instancias.

El Estado de México y otros más. Dice la gente que lo importante ha sido precisamente la entidad de donde es originario el Grupo Atlacomulco, de donde proviene el actual presidente Enrique Peña Nieto y que por décadas ha gobernado esa entidad, y al parecer, a reserva de que se constaten los resultados y se concluya con el procedimiento legal de aceptación de los mismos, cambiará de colores y de ideologías.

O al menos, la gente espera que no sea un voto de castigo o un cambio de color, sino que realmente venga un cambio porque la gente lo ha pedido: ha querido que se den las cosas de manera distinta.

Hoy puede iniciar una historia que marque el rumbo de nuestro tan castigado México, y que dio su primer paso enorme y trascendente en julio del año pasado, cuando la gran mayoría de los mexicanos tomó la decisión de cambiar y hacer una protesta en señal de lo que nos han quitado y lo que no nos han cumplido.

No se puede olvidar ese trascendental paso en el que México decidió en una importante cantidad de entidades por tradición simpatizantes -y bastiones- de un partido oficial, darle la espalda y pedir a los demás el turno para hacer las cosas en una manera que nos garantice esos cambios de los que la sociedad ya está cansada de escuchar promesas. La gente hoy pide realidades y cumplimiento a esos ofrecimientos.

Ya no queremos promesas, porque de éstas está lleno el espacio. Hoy queremos que se haga realidad un cambio, y al parecer, según los primeros datos, el cambio sigue poniéndose de manifiesto en bien de la gran mayoría de los mexicanos. Esperemos, solamente, que los que ganen no se olviden del resto de los mexicanos, porque el que gana lo hace por determinado partido, pero gana para gobernar de igual forma para todos.

No debe hacer distingos, y eso es lo menos que debe y puede hacer: respetar la voluntad del que manda: un pueblo agraviado que exige atención y honestidad. Comentarios: columna.entre.nos@gmail.com