Algo me estaba preocupando de unos meses a la fecha, y todo lo asociaba a los eventos no gratos que diariamente ocurren en nuestro país y en el resto del mundo; como suele suceder, cuando me cargo de tantas vibras negativas, busco de inmediato el espacio más adecuado para ponerme a meditar; mi primer impulso me llevó apenas hace una semana, al sitio que he dado en llamar mi refugio espiritual, lugar mágico, donde mi espíritu de niño y el de mis ancestros se reúnen para saludarse y cargarse de energía positiva; más en esta ocasión, no pude contactar con ninguno de ellos, tal vez, porque sabían que necesitaba de otro tipo de encuentros, y fue así cuando al regresar de aquel corto viaje, me llegó la corazonada de que aquello que  necesitaba tanto en esos momentos de incertidumbre, eran los sabios consejos del tío Tiótimo, que por cierto, desde diciembre no habíamos tenido comunicación, esto, debido a que mi pariente se encontraba un tanto deprimido, porque poco a poco se iba deshojando la margarita que conjuntaba la alianza de tantos seres queridos por él, entre los que se encontraban amados familiares y muy estimados amigos. La verdad, nunca pensé que mi tío, un hombre tan fuerte como lo fueron los mexicanos de ayer, a pesar de su enclenque figura, pudiera albergar emociones tan profundas y sentidas, como para dejar en segundo término la pena que le causara la irreparable pérdida de su inseparable caballo, al que le llamaba “El Cascarón” por aquello de que desde hacía mucho tiempo, no tenía la claridad del rumbo cuando le jalaban la rienda, y  carecía además,  de la energía que le transmitía la yema de sus aspiraciones, cuando vivió los años de las vacas gordas y podía comer harto pasto, que como decía el tío, parecían montones de fajos verdes, así como si fueran billetes de la moneda americana. De sólo pensar que encontraría las respuestas a mi desanimo, en la sabiduría de un mexicano que ha vivido mucho y de todo, en nuestra amada tierra, me hacía recuperar parte de mi ser, aquella parte, que fui dejando en pedazos en cada intento por parchar la imagen del derrotero que tiene nuestro pueblo; sí, porque cada uno de nosotros, deberíamos ponernos las pilas y pensar en lo nocivo que ha sido el haber abandonado los valores positivos, para tener hogares de sólidos principios nacionalistas, al tratar a ciegas, convertirnos en ciudadanos del mundo, esperando siempre al ungido que nos llevaría por el camino correcto; pues fue eso precisamente lo que me dijo mi tío, cuando le platiqué mi congoja: Hemos perdido, dijo, nuestro amor por la patria, porque alguien nos hizo creer que los mexicanos habíamos vendido nuestra soberanía desde hace mucho tiempo, por eso, muchos empezaron a abandonar sus hogares para irse  de mojados al otro lado, para hacer un trabajo que pudieron haber hecho en este lado, pero que por estar mal pagado, no convenía; así como los verdaderos campesinos que heredaron sus tierras a sus hijos, que al poco tiempo las abandonaron, porque querían vestirse de catrines, disque por eso, el hombre valía más. Mira estas tierras sobrino, si alguna vez fueron el motivo para alentar una revolución, parece que ahora nadie quiere trabajarlas, y luego nos hacemos creer la mentira de que nos las han arrebatado y que por eso necesitamos recuperarlas, no con trabajo, sí, con la presión de un gobierno de puros simuladores que dicen entender al pueblo porque fueron ellos los primeros despojados; recuperar las tierras para rentarlas o lo que es peor, para venderlas, porque lo que parece que importa es vivir al día y no dejar más herencia, que gente empobrecida. Escuchaba con atención a mi pariente, pero no podía ni levantar la cabeza para mirarlo a los ojos, alcancé sí, a verle aquellas manos encallecidas por tanto jalar la guía del mentado arado, que viejo como él se guardaba en la troje; con un nudo en la garganta le dije: Tío, perdóneme, yo también soy culpable de lo que le ha pasado a mi patria, me vestí de bata blanca, pensando que el mal de mis paisanos era curable, ahora me doy cuenta que su mal no radica en el cuerpo, está en el alma, porque no podemos jalar todos para adelante, siempre hemos de estar divididos, dándole ventaja, al que hace al indio compadre.

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