Tenía 5 años de edad cuando escuché hablar a mi madre de Cri-Cri el grillito cantor, en ese tiempo, la curiosidad y mi pensamiento mágico, mezclaban la realidad con la fantasía, por lo que me di a la tarea de buscar mi propio grillo parlanchín en los recovecos de nuestra casa, pues los había escuchado cantar al atardecer y durante la noche; como mi madre me tenía prohibido jugar con botellas de vidrio, conseguí una caja de cerillos vacía para mantener cautivo mi futuro compañero de pláticas, y al poco tiempo logré atrapar a uno, era de buen tamaño y se veía saludable; procuré que el insecto estuviera cómodo, le hice unas perforaciones a la caja para que se oxigenara bien y le llegara un poco de luz.
Mi madre me decía que cuando un grillo entonaba su canto, la buena suerte acompañaría por siempre a las personas que habitaban la casa, o sea, que todo lo bueno prosperaría en el hogar y en la familia, escuchar eso me puso muy contento, y más, el saber que tenía mi propio grillo y éste cantaría para siempre sólo para mí; traté de investigar qué comían los grillos, mi progenitora me dijo que se alimentaban de amor, por eso siempre estaban contentos y cantaban durante toda la noche; entonces le pregunté a ella dónde podría comprar amor para los grillos, ella respondió que el amor no se vendía en tiendas, que era un sentimiento divino que Dios nos había regalado a las personas, era pues una semilla celestial que debería ser sembrada en nuestros corazones; le pregunté si Dios había sembrado esa semilla en mi corazón, ella me abrazó y besó mis mejillas y me dijo: sí hijo sembró en tu corazón una hermosa semilla del amor, y por ello podrás alimentar con ese sentimiento a cuanta persona necesite de ti; entonces le pregunté, si podría alimentar a mi grillo, pues un insecto no era una persona; ella contestó: no importa, el que tiene en su corazón sembrada la semilla del amor puede alimentar a cualquier ser vivo, sean insectos como el grillo, las plantas y los animales en general; al escuchar aquello, salí corriendo para encontrarme con mi grillo el cual se encontraba debajo de mi cama, tomé la caja de cerillos en mi mano, pero no se escuchaba ningún ruido, mucho menos el canto, así es que poco a poco tiré de la pequeña pestaña que sujetaba la parte inferior de la caja de cerillos hasta que pude ver una parte del grillo, el cual de pronto trató de escapar, por lo que cerré de nuevo la caja y me dispuse platicar con el grillo, recuerdo que le dije que le traía alimento, pero el insecto permaneció inmóvil y callado, seguí hablando, pero el grillo parecía no escucharme, entonces pensé que tal vez las palabras no podían convertirse en amor, y se me ocurrió acercar la caja de cerillos al corazón, y por extraño que parezca, el grillo empezó a cantar, lo retiré del corazón y callaba, sorprendido corrí a buscar a mi madre para comentarle la situación, y al escuchar mi relato, me dijo: Creo que el grillo ha recibido el amor que le tienes, pero el amor es una fuerza que necesita libertad, deja ir al grillo con los suyos, te puedo asegurar que estará feliz y seguirá cantando para ti desde el atardecer hasta que amanezca.
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